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Por Redacción Jun30,2025 #Opinión

El campo mexicano y la crisis hídrica

Por Alejandro Bernal Astorga

De acuerdo con el Banco Mundial, en México se registra una clara tendencia a la baja en la cantidad de agua dulce disponible por habitante: en 1960, el volumen promedio anual per cápita era de 10 mil metros cúbicos, mismos que se redujeron a 4 mil en 2012. Si la tendencia a la baja se mantiene, se prevé que en 2030 cada mexicano dispondrá de menos de 3 mil metros cúbicos de agua al año.

La mayoría de las campañas para cuidar el agua se enfocan en el consumo urbano ya que las redes de agua potable de las ciudades mexicanas pueden registrar pérdidas de entre 30 a 50% por fugas, dada su obsolescencia. Sin embargo, la Conagua señala que, en México, el 76% del agua se utiliza en agricultura, de ahí la necesidad de optimizar su uso en este ámbito para tener un efecto significativo.

La crisis hídrica en México se ha agudizado con el paso del tiempo; de acuerdo con datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), más del 70% del territorio nacional sufre algún nivel de sequía, afectando los ciclos agrícolas de producción y consecuentemente el nivel de vida de la población.

El cambio climático ha alterado los patrones de lluvia y ha incrementado la temperatura media en zonas rurales, disminuyendo rendimientos y haciendo comercialmente inviables cultivos tradicionales en algunas regiones.

Si consideramos que en nuestro país la superficie irrigada es de 6.3 millones de hectáreas, y que el 57% del agua utilizada en la agricultura se desperdicia por infraestructuras de riego ineficientes, en mal estado, obsoletas o con fugas que generan evaporación y filtraciones, el reto de aminorar la huella hídrica es mayúsculo.

A lo anterior habría que agregar que la Ley de Aguas Nacionales señala que el agua para uso agrícola o ganadero no se cobra, como un incentivo para la producción; sin embargo, esto también implica que su pérdida no significa una merma en los ingresos de quienes no la optimizan.

Por tanto, fomentar la cultura de cuidado del agua, mejores prácticas productivas e invertir recursos públicos y privados en el mantenimiento, reparación o la construcción de obras de captación y sistemas de riego adecuados para cada tipo de cultivo y región, es estratégico para alcanzar una agricultura sostenible y rentable.

De no revertir esta situación la migración de jóvenes hacia las ciudades o al extranjero se incrementará y dejará a muchas comunidades rurales con población envejecida y sin relevo generacional. Recordemos que en nuestras mesas hay alimentos, gracias al esfuerzo generacional de quienes han hecho del campo y de la agricultura, una vocación y forma de vida.

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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