Dom. Dic 7th, 2025

COLUMNA: La Semilla en el Surco Jurídico

Por Redacción Jul31,2025 #Opinión

Educación Intercultural: Retos y esperanzas.

Por Iván Moreno Pacheco

Vivimos en un país que se caracteriza por una amplia diversidad cultural, resultado de su historia que comprende la coexistencia de múltiples pueblos originarios, procesos de mestizaje, así como importantes flujos migratorios al interior del país. Esta diversidad representa un gran potencial de riqueza social y cultural, pero también plantea un reto para los sistemas educativos que deben garantizar el reconocimiento, respeto e inclusión de la diversidad de todos sus habitantes. En este sentido, la educación intercultural se plantea como una respuesta a la creciente necesidad de reconocer, respetar y convivir con la diversidad en la vida cotidiana.

Pero primero, dejemos en claro que la interculturalidad según diversos autores representa un encuentro activo entre culturas. Se trata de una relación basada en el respeto, la horizontalidad y el aprendizaje mutuo, donde ninguna cultura es superior a otra. Una visión que promueve la construcción de puentes entre diferentes formas de ver y vivir el mundo, reconociendo que este proceso nunca está terminado y que se construye a partir del diálogo cotidiano entre personas culturalmente diversas.

Es así, que, en el ámbito educativo, la interculturalidad se entiende como la formación de habilidades que permitan reconocer, valorar y convivir con la diferencia. Competencias no sólo implicarán el conocimiento de otras culturas, sino también la capacidad de empatía, tolerancia a la ambigüedad, manejo del conflicto y reflexión crítica sobre la propia identidad cultural. Una persona interculturalmente competente, en teoría, será capaz de interactuar sin prejuicios, comunicar eficazmente con personas de otras culturas y reconocer sus propios sesgos, lo cual es clave en sociedades tan diversas como la mexicana.

También, se plantea que, para lograr una educación intercultural efectiva, es necesario transformar las escuelas en espacios abiertos a la diversidad. Esto implica crear un ambiente escolar donde se valoren las distintas experiencias culturales de los estudiantes, donde las diferencias no sean vistas como deficiencias, sino como puntos de partida para el aprendizaje. La escuela debe ser inclusiva, respetuosa y promotora de relaciones horizontales. La interculturalidad, en este sentido, trasciende lo pedagógico y se convierte en una forma de relación interpersonal cotidiana.

Por ello, la formación docente, por tanto, debe replantearse profundamente. Los profesores deben prepararse para trabajar con realidades complejas, cambiantes y diversas. Esto requiere abandonar modelos rígidos y adoptar una visión más dinámica y crítica del conocimiento, en la que los docentes asuman un rol profesional comprometido con la transformación social. La educación intercultural exige maestros capaces de leer los contextos, reflexionar sobre su práctica y actuar de forma ética y empática ante la diferencia.

La educación intercultural en contextos de migración representa un desafío enorme, pues se sustenta en conceptos en construcción que requieren especial atención. No basta con que permanezca en la teoría o en las bases de un modelo estandarizado; es necesario avanzar hacia su aplicación real, adaptada a las diversas necesidades que surgen dentro del fenómeno migratorio. Esto implica reconocer que muchos de los escenarios de supuesta ‘horizontalidad’ que se proponen no se concretan en la práctica.

Diversos estudios han mostrado que, aunque el concepto de educación intercultural ha sido incorporado al discurso educativo, en la práctica se le confunde frecuentemente con políticas de compensación educativa. Es decir, que se asume que la interculturalidad debe aplicarse solo en presencia significativa de alumnado inmigrante o de minorías étnicas, y se traduce en medidas enfocadas a nivelar su desempeño académico o “adaptarlos” a la cultura dominante. Una visión restringida reduce la interculturalidad a una respuesta asistencialista hacia “los otros”, en lugar de asumirla como una propuesta educativa integral que beneficie realmente a toda la comunidad escolar.

*Estudiante del noveno semestre en la Facultad de Derecho de la Universidad de Colima.

Esta columna forma parte del Semillero de Formación de Jóvenes en Investigación Jurídica, coordinado por el Doctor Amado Ceballos Valdovinos, profesor investigador de tiempo completo de la Facultad de Derecho de la Universidad de Colima.

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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