Vie. Dic 5th, 2025

EDITORIAL: Cuando la palabra se vuelve casa (III)

La Universidad de Colima (UdeC) vivió recientemente un momento de profunda trascendencia académica y cultural al otorgar el Doctorado Honoris Causa al escritor y periodista Juan Villoro, quien además presentó su más reciente obra, No soy un robot. Lectura y la sociedad digital. Ese último acontecimiento nos invita a detenernos y reflexionar sobre una pregunta crucial: ¿qué significa seguir siendo humanos en un Mundo cada vez más gobernado por máquinas y algoritmos?

Villoro, con la lucidez que lo caracteriza, plantea que somos la primera generación que debe demostrar que todavía es humana. Una afirmación que interpela directamente a las universidades, cuya misión esencial consiste en preservar, cuestionar y renovar el conocimiento frente a los desafíos de cada época. Hoy, esos desafíos tienen nombre: posverdad, colonialismo digital, inteligencia artificial, saturación informativa. Retos que no son meramente tecnológicos, sino profundamente éticos y culturales.

El Rector Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño lo expresó con claridad al subrayar que el libro de Villoro nos convoca a pensar con pasión el tiempo que habitamos. En medio de la digitalización vertiginosa, la educación, ciencias y humanidades se revelan no como disciplinas aisladas, sino como pilares complementarios que nos recuerdan que el aprendizaje no puede reducirse a un clic ni a un algoritmo que predice conductas.

La reflexión de Villoro sobre la lectura como forma de resistencia adquiere aquí un valor especial. Frente a pantallas que nos dispersan y fragmentan, la lectura profunda y crítica se vuelve un ejercicio de libertad. Abrir un libro, dejarse interpelar por sus páginas, llorar sobre ellas o subrayarlas con trazo propio, es un gesto radical que nos recuerda que no somos autómatas. La coordinadora de Investigación de la UdeC, Xóchitl Trujillo, lo expresó con nitidez: un robot podrá simular emociones, pero jamás sentir dolor ni nostalgia.

Esa diferencia, aparentemente obvia, es la que debemos defender con urgencia. Porque si bien la tecnología no es en sí el problema, sí lo es delegar en ella lo que nos hace esencialmente humanos: la memoria, imaginación, capacidad de amar, de equivocarnos, de forjar comunidad.

Así, el mensaje de Villoro resuena como un llamado de época: resistir la homogeneización digital con preguntas incómodas, con sensibilidad y cultura. Seguir leyendo, escribiendo y dialogando es, al final de cuentas, nuestra mejor manera de marcar la casilla que dice: No soy un robot.

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