La igualdad de género es un principio fundamental que debe permear todos los ámbitos de la sociedad. Uno de los aspectos cruciales de ello es la equiparación salarial entre hombres y mujeres, una cuestión que merece una atención continua y comprometida desde todos los ángulos y bajo un convencido compromiso.
La sociedad en su conjunto debe reflexionar sobre el tema y reconocer que, en la materia, aun enfrentamos desafíos en la búsqueda individual y colectiva de una sociedad más justa y equitativa. La igualdad salarial no es solo una cuestión de justicia, sino también una medida de eficiencia económica y un impulso para el éxito común. Cuando las mujeres no reciben el mismo salario que sus contrapartes masculinas por trabajos similares o iguales, no solo se ven afectadas ellas, sino también toda la comunidad a la que pertenecen.
Esa disparidad socava libertades individuales y condiciona el bienestar de las familias, sin duda. Por ello, es fundamental reconocer que las diferencias salariales no son simplemente el resultado de elecciones individuales o diferencias en habilidades; a menudo están arraigadas en estructuras institucionales y sociales más amplias que perpetúan la discriminación de género.
Para lograr la igualdad salarial, es crucial que las instituciones, instancias, organizaciones y empresas del sector público o privado, en solitario o en grupo, adopten políticas y prácticas transparentes, promuevan oportunidades y fomenten una cultura inclusiva en la que todas las voces sean valoradas y respetadas.
Debemos garantizar que la igualdad de género sea una prioridad en nuestras decisiones presupuestarias y en la promoción y contratación de personal, a cualquier nivel o rango. No se trata solo de hacer lo correcto, sino también de aprovechar plenamente el talento y el potencial de cada miembro de nuestra comunidad. Valoremos con un salario justo a hombres y mujeres, por igual.