Cultura y desarraigo social: las cargas que atraviesan las migrantes niñas y adolescentes en México
Por Jhorel B. Carrillo Guzman*
A lo largo del territorio mexicano se encuentran distribuidos diversos pueblos y comunidades indígenas que, hoy en día, se les reconoce legalmente con el fin de preservar y enriquecer sus tradiciones, costumbres y cultura. No obstante, nos encontramos con una realidad contrastante, en la cual sus habitantes se enfrentan a múltiples barreras que los orillan a migrar dentro de nuestro país en busca de mejores condiciones económicas, de seguridad o de desarrollo en general. Entre estas personas se incluyen niños, niñas y adolescentes que solos o con sus familias, cambian su vida completamente, arrancando en el proceso, ya sea por decisión propia u obligatoriamente sus raíces culturales, lenguaje, costumbres, memoria, generando desarraigo de sus lugares de origen. “Apagaron a mis padres, así como de mí alguna vez lo hicieron. Ya sólo hablaba español y me di cuenta que la lengua de mis padres ya la había olvidado” (Maricela López García, 2024).
Actualmente en México, como en muchos países del Mundo, la migración se ha convertido en una necesidad urgente para miles de familias que buscan un “mejor futuro”, sin embargo en la búsqueda de este, se deja “de lado” el desarrollo académico y cultural de los niños, niñas y adolescentes migrantes, siendo esto no sólo perjudicial para el presente de los mismos, sino también para sus futuros en cuanto a retos y desafíos que deberán enfrentar.
La niñez y la adolescencia constituyen etapas vitales en las que convergen múltiples retos como él tránsito hacia la madurez, la incorporación a las exigencias sociales y la formación de la identidad. Sin embargo, cuando estas etapas se experimentan en el marco de la migración, el desplazamiento o el refugio, la situación se torna aún más compleja, particularmente para las niñas y adolescentes, ellas no solo deben enfrentarse a las dificultades propias de su edad, sino también a los efectos del desarraigo, la violencia estructural y las limitaciones derivadas de los roles de género que condicionan sus vidas.
El fenómeno migratorio en la niñez, genera un profundo desarraigo, debido que el lugar de origen de manera obligada no implica únicamente la pérdida de un espacio físico, sino también la ruptura con la pertenencia cultural, lingüística y emocional, siendo un duelo migrante que se convierte en una herida abierta que acompaña a las niñas durante su proceso de adaptación en los nuevos entornos, manifestándose en sentimientos de vacío, soledad y extrañamiento, producto tanto de la ausencia de personas y lugares significativos como de la falta de reconocimiento en los espacios de destino.
Según la Unicef en la revista “Niñas y adolescentes, migrantes, refugiadas y desplazadas en América Latina y el Caribe” una realidad urgente en la agenda de cuidados de la migración de niñas se caracteriza por ser un proceso impuesto por el mundo adulto, siendo que la mayoría de ellas no participa en la decisión de migrar, sino que simplemente acatan un proyecto familiar que les viene dado. En este contexto, se ven sujetas a dinámicas sobre las que no tienen voz ni voto, lo cual incrementa la sensación de falta de control sobre su propia vida, reforzando su condición de minoridad y subordinación, acentuada por estructuras patriarcales y adulto-céntricas que invisibilizan sus necesidades y derechos.
El impacto del género es ineludible en la experiencia migratoria de las niñas, debido a que desde temprana edad asumen responsabilidades vinculadas al cuidado del hogar, lo que contrasta con las mayores libertades que suelen tener los niños de su misma edad, estás desigualdades de género se acentúan durante la migración, donde ellas deben cargar con funciones domésticas, laborales o de cuidado, en muchos casos combinadas con la exigencia de continuar con la escuela o adaptarse a nuevas rutinas, llevando a que su vida se convierta en una multiplicidad de tareas que contradicen la idea tradicional de una infancia despreocupada y libre de responsabilidades.
La realidad que enfrentan las niñas migrantes se agrava con la violencia estructural, destacando que los sistemas socioeconómicos, políticos y culturales dominantes generan y perpetúan mecanismos de exclusión y pobreza que afectan con mayor intensidad a las comunidades desplazadas, dentro de estas dinámicas de desigualdad, las niñas migrantes aparecen expuestas a la inestabilidad y a la vulnerabilidad constante.
No obstante, incluso en medio de estas dificultades, las niñas migrantes encuentran formas de resistencia y adaptación y para muchas, la migración representa una oportunidad para que sus familias logren mejores condiciones de vida, a pesar de no haber sido ellas quienes decidieron ese rumbo. Siendo que en su proceso de construcción de identidad, el ejemplo que les plasman las mujeres en sus vidas como madres, abuelas y tías funciona como fuente de fortaleza, mostrando que no son únicamente víctimas del desplazamiento, sino también protagonistas con capacidad de transformación que buscan afirmarse en medio de escenarios marcados por la incertidumbre.
*Alumna del séptimo semestre de la Facultad de Derecho de la Universidad de Colima.
Forma parte del “Semillero de Formación de Jóvenes en Investigación jurídica” coordinado por el Doctor Amado Ceballos Valdovinos.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.
