Reflexiones sobre la inteligencia artificial generativa desde la praxis digital feminista
Por Doctora Karla Kae Kral*
Las aplicaciones de la inteligencia artificial generativa (IAG), como ChatGPT, Gemini o Copilot, se han incorporado de manera creciente a nuestras prácticas educativas cotidianas, lo que exige una mirada crítica hacia su uso. Tras cursar un diplomado en la Universidad de Colima sobre la aplicación de la IA en la educación superior, surgió en mí un interés particular por reflexionar de manera profunda acerca de las implicaciones de la IAG en mi práctica docente, situada en la pedagogía feminista.
En este texto comparto algunos aprendizajes derivados de una amplia revisión de publicaciones especializadas y de la elaboración de una propuesta de investigación orientada a promover una pedagogía sensible al género y a la diversidad cultural mediante el uso de la IAG. Una de las preguntas que guían esta reflexión es: ¿cómo podemos usar la IAG para educar sin perder de vista el género, la cultura y la justicia social?
En la era digital de la IA, el papel del profesorado se redefine como facilitador, promoviendo la autonomía del estudiantado en el proceso de aprendizaje y fomentando la responsabilidad sobre su propio futuro. Esto requiere que, como docentes, debemos desarrollar competencias digitales en la IA fundamentadas en principios humanistas y éticos, así como en el pensamiento crítico. En este sentido, la noción de la praxis digital feminista aporte un marco de acción pedagógica propicio porque integra la práctica docente con la teoría feminista y las herramientas digitales, con el propósito de cuestionar estructuras de poder, desigualdades de género y exclusiones sociales existentes tanto en el ámbito digital como en la sociedad en general.
Desde la praxis digital feminista, el profesorado, junto con el alumnado, puede examinar cómo la IAG reproduce o cuestiona relaciones de poder, discriminación y sesgos de género. Un punto clave de debate es reconocer que la tecnología no es neutral: los roles y estereotipos de género influyen en su diseño e implementación. Esto se refleja, por ejemplo, en la persistente brecha de género tanto en la matrícula de educación superior en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (Science, Technology, Engineering, Mathematics o STEM por su sigla en inglés) como en el ámbito profesional del desarrollo de IA software.
También se observa en la tendencia a feminizar las voces y las personalidades de chatbots y asistentes virtuales, lo que refuerza estereotipos tradicionales. Además, se ha demostrado que algunos sistemas de reconocimiento de imágenes asocian con mayor frecuencia a mujeres con tareas domésticas o de cuidado, mientras que vinculan a los hombres con el trabajo remunerado o actividades al aire libre.
Un elemento central de la praxis digital feminista es la alfabetización digital crítica y situada. Esto implica reflexionar sobre las asimetrías de acceso a la tecnología, el impacto ambiental, las condiciones laborales invisibles y la interseccionalidad. No solo es enseñar cómo usar la IAG, sino considerar quién la produce, con qué fines y dimensionar los recursos humanos y materiales comprometidos.
Otro pilar de la praxis digital feminista consiste en estimular un diálogo activo entre el estudiantado, el profesorado y la IAG para la co-creación de conocimiento, posicionando los juicios, experiencias y saberes del estudiantado al centro del proceso de enseñanza-aprendizaje. La planeación de actividades de aprendizaje para comparar y contrastar contenidos producidos por herramientas de la IAG con contenidos creados colectivamente entre el estudiantado, permiten la identificación de sesgos y narrativas dominantes, además abre espacios para pensar sobre el valor del pensamiento crítico y situado.
Para materializar la praxis digital feminista, es fundamental que el profesorado desarrolle conciencia de género y diseñe de manera explícita actividades de aprendizaje que consideren roles, estereotipos e identidades de género. Por ejemplo, herramientas como ChatGPT pueden favorecer la interseccionalidad con el uso de prompts que reconozcan y valoren a posiciones, experiencias y necesidades diversas. De este modo, la tecnología se convierte en un recurso al servicio de la equidad, la pluralidad epistémica y la justicia social, en lugar de entenderse como un fin en sí misma.
El acompañamiento y el cuidado brindados por el profesorado son esenciales en la praxis digital feminista: la IAG jamás podrá sustituir la riqueza de la interacción humana entre docentes y estudiantes. Por ello, es importante realizar diagnósticos con el estudiantado para reconocer la diversidad presente en el grupo y plantear estrategias que respondan a sus necesidades y contextos específicos.
Ante un panorama social, político y tecnológico complejo, la educación superior se presenta como un espacio privilegiado para la apropiación de la IAG, con el objetivo de empoderar a los y las profesionistas del futuro. Es especialmente inspiradora la propuesta de Sarah Eaton, experta en ética e IA en el ámbito educativo de la Universidad de Calgary en Canadá. La autora nos invita a reconfigurar nuestra mirada hacia el estudiantado, pasando de percibirlo como potencial “villano” a reconocerlo como protagonista y “héroe” de su propio aprendizaje. La incorporación de enfoques críticas y feministas en la práctica docente hace posible concretar esta visión.
Para más información sobre el presente tema, puede consultarse el siguiente enlace: https://edintegrity.biomedcentral.com/articles/10.1007/s40979-025-00187-6
*Profesora-investigadora de tiempo completo, Universidad de Colima, Facultad de Pedagogía. Docente en la Licenciatura en Pedagogía, la Maestría en Innovación Educativa y el Doctorado en Humanidades. kkral@ucol.mx
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