Vie. Dic 5th, 2025

COLUMNA: Ciencia y futuro

Por Redacción Oct9,2025

¿Quién define quiénes somos? El papel del Estado en la construcción de la identidad nacional en África francófona

Por Goualo Lazare Flan*

Este artículo deriva del segundo año del proyecto de investigación posdoctoral “Impactos de la interculturalidad en la construcción identitaria del sur global”, desarrollado por el autor en la Universidad de Guadalajara entre octubre de 2024 y septiembre 2025, con el financiamiento de la Secretaría de Ciencias, Humanidades, Tecnología e Innovación (SECIHTI). Los resultados correspondientes a dicho periodo han sido analizados en un artículo de investigación sometido a dictamen en marzo de 2025 por la Revista Ciencias Sociales y Educación de Colombia. Asimismo, estos hallazgos serán presentados en el próximo Congreso Anual de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI), el cual se llevará a cabo del 15 al 17 de octubre de 2025 en la Universidad Anáhuac, sede Cancún, Quintana Roo.

En muchas partes del mundo, la identidad nacional se da por sentada. Se asume que todos los ciudadanos comparten una misma historia, cultura o lengua. Pero ¿qué sucede cuando un país está formado por una diversidad tan grande de pueblos, etnias, religiones y lenguas que esa identidad nacional no resulta evidente ni compartida? Eso es lo que ocurre en gran parte del África subsahariana francófona, donde la identidad nacional no es solo un tema cultural, sino una cuestión política y, en algunos casos, un factor de conflicto.

Uno de los casos más reveladores es el de Costa de Marfil, un país que, desde su independencia en 1960, ha atravesado dos modelos diferentes de construcción identitaria impulsados por el Estado. Este texto revisa cómo los gobiernos marfileños en turno utilizaron el discurso identitario como una herramienta de poder y las consecuencias que esto tuvo para la paz y la cohesión social.

La identidad como instrumento de poder

Tras la independencia, muchos países africanos heredaron Estados artificiales diseñados por las potencias coloniales sin tener en cuenta las realidades culturales locales. En el caso de Costa de Marfil, su territorio estaba habitado por múltiples grupos étnicos, tradiciones y lenguas. A esta diversidad, el Estado se enfrentó al reto de construir una identidad nacional común.

Durante el gobierno del primer presidente, Félix Houphouet-Boigny, se promovió lo que se llamó marfilidad cultural.  Este modelo identitario buscaba construir una nación incluyente, en la que no importara el origen étnico o nacional de las personas. Se ofreció la ciudadanía a todos los residentes del país, incluidos a millones de migrantes de otros países africanos.  Incluso se facilitó el acceso a tierras agrícolas a extranjeros, fomentando la integración social y cultural.

A primera vista ese modelo parecía ideal. Sin embargo, detrás de esta inclusión se escondía una estrategia política: asegurar una base electoral fiel entre la población extranjera. El presidente en turno, al ofrecerles derechos y reconocimiento, obtenía a cambio votos y lealtad, lo que le permitió mantenerse en el poder durante más de tres décadas.

Del pluralismo al repliegue identitario

Tras la muerte de Félix Houphouet-Boigny en 1993, su sucesor Henri Konan Bedié cambió radicalmente el rumbo identitario del país. Surgió entonces un nuevo modelo identitario llamado marfilidad política, el cual promovía la idea de que solo quienes eran marfileños de origen podían tener derechos plenos como ciudadanos. Eso significó la exclusión sistemática de migrantes y de marfileños hijos de extranjeros.

Esta exclusión no solo fue simbólica. Se reformaron las leyes para negar el derecho al voto a la población extranjera y limitar la participación política de personas que no tuvieran padres marfileños. También se reformó la ley agraria para quitar el derecho de propiedad a los campesinos extranjeros, lo que generó tensiones y conflictos violentos. 

La consecuencia fue una creciente polarización social, con discursos que dividían entre “verdaderos marfileños” y “extranjeros”, incluso cuando estos últimos habían nacido en el país. Esta polarización culminó en la rebelión armada de 2002 y una guerra civil que duró casi una década, alimentada por la manipulación identitaria y el enfrentamiento entre diversos grupos étnicos.

Repensar hoy para construir un mañana inclusivo y plural

El caso de Costa de Marfil muestra que las identidades nacionales no son solo construcciones culturales:  son también herramientas de poder político. Cuando el Estado asume el papel de definir quién pertenece y quién no a la nación –y lo hace en función de intereses partidistas y clientelares– corre el riesgo de transformar la diversidad en conflicto.

En países caracterizados por una marcada heterogeneidad étnica y cultural –como ocurre en muchas regiones del Sur global–, la adopción de modelos de nación excluyentes o manipulados puede dar lugar a crisis identitarias profundas.  Por ello, resulta fundamental que la construcción de la identidad nacional se base en el reconocimiento y la valoración de la diversidad, y no en su negación. En ese contexto, adquiere especial relevancia el paradigma de la interculturalidad crítica, el cual trasciende la mera coexistencia para promover un diálogo genuino entre culturas, cimentado en el respeto mutuo, la igualdad y la justicia. Este enfoque reconoce las huellas persistentes del colonialismo -que impuso una visión eurocéntrica del Mundo- y propone una descolonización tanto del pensamiento como de las relaciones sociales, es decir, un doble giro de colonial: epistémico y antropológico.

Más allá del caso marfileño, este análisis invita a reflexionar sobre cómo los Estados modernos gestionan la identidad, la ciudadanía y la pertenencia a la nación.  Porque, a final de cuentas, la pregunta clave sigue siendo: ¿quién decide quiénes somos?

Para mayor información sobre el tema, puede consultarse el siguiente enlace: https://revistas.udem.edu.co/index.php/Ciencias_Sociales/article/view/4288

Profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Colima*

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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