Sáb. Dic 6th, 2025

COLUMNA: Ciencia y futuro

Por Redacción Nov6,2025

Economía solidaria: medir lo que importa*

Por Omar Alejandro Pérez Cruz**

En tiempos en que el modelo económico dominante parece tambalearse frente a crisis sociales y ambientales, la economía solidaria (SSE, por sus siglas en inglés) ha emergido como un faro alternativo. No busca maximizar beneficios privados, sino priorizar las necesidades de las personas, la equidad social y la sostenibilidad.

Lo interesante es que la economía solidaria no es una utopía marginal. Está presente en barrios, comunidades rurales y ciudades enteras, demostrando que es posible organizar la producción y el consumo de manera más democrática. Sin embargo, su avance enfrenta una limitante: carece de herramientas de medición que permitan reconocer su verdadero impacto. Y ya sabemos que, en política y economía, lo que no se mide, no cuenta.

Sin embargo, este modelo que promete tanto enfrenta una paradoja: carece de un marco conceptual sólido y consensuado que permita cuantificar su impacto. La consecuencia es clara: sin indicadores fiables, la SSE queda relegada en la política pública, sin justificación para recibir recursos estatales o privados. En ese vacío, muchas organizaciones se ven presionadas a maquillar resultados para sobrevivir, debilitando precisamente la confianza que buscan generar.

La pregunta de fondo resulta algo incómoda: ¿cómo medimos aquello que escapa a los indicadores económicos tradicionales, ortodoxos? Si solo aplicamos métricas de productividad o crecimiento, la SSE siempre aparecerá en desventaja. Sus aportes -cohesión social, resiliencia comunitaria, impacto ambiental positivo- se diluyen en estadísticas que no saben leerlos. Como bien han señalado alguno expertos y expertas, gran parte de lo que la economía etiqueta como “no económico” es, en realidad, fundamental para sostener la vida.

En este punto, resulta clave entender que los indicadores más valiosos no son los que replican la lógica del mercado, sino aquellos capaces de visibilizar el papel de la SSE en la economía y la sociedad: la generación de empleo digno, su contribución a la riqueza colectiva o la creación de lazos de pertenencia. Para ello es indispensable mirar también las formas de relación laboral que se tejen dentro de estas organizaciones.

Así, el modelo de la SSE propone otra forma de entender la riqueza: no como acumulación, sino como bienestar compartido. Frente a un sistema tradicional que convierte casi todo en mercancía, la economía solidaria coloca en el centro la dignidad humana, el cuidado mutuo y la preservación del entorno. Sus prácticas incluyen cooperativas de trabajo, asociaciones comunitarias, redes de comercio justo o proyectos de consumo responsable. Todas ellas tienen en común que el valor no se mide solo en términos de ganancias, sino en cohesión social, inclusión laboral y resiliencia ambiental.

Actualmente, las investigaciones sobre su medición y evaluación combinan múltiples enfoques: desde el valor e impacto social hasta el desempeño organizativo, pasando por marcos conceptuales inspirados en principios de desarrollo sostenible. A pesar de estos avances, no existe aún un método estándar que capture de manera integrada las dimensiones económicas, sociales y ambientales donde interactúa la SSE.

Aquí reside el reto y la oportunidad. Urge construir metodologías híbridas -cuantitativas y cualitativas- que permitan valorar de manera justa los resultados de la SSE. No se trata de encajarla a la fuerza en moldes clásicos, sino de ampliar las categorías de análisis para que reflejen su esencia. La economía solidaria necesita ser visible en cifras, pero también en narrativas que den cuenta de sus impactos culturales y humanos.

Por eso es urgente desarrollar indicadores que reflejen no solo su aporte a la generación de empleo de calidad o a la riqueza comunitaria, sino también sus efectos en la justicia social, la equidad de género, la participación ciudadana y el cuidado del planeta. Si seguimos evaluándola con métricas pensadas para empresas con fines de lucro, siempre parecerá pequeña, insuficiente o ineficaz. En cambio, si diseñamos metodologías que capten su esencia, la economía solidaria puede revelarse como lo que realmente es: un laboratorio vivo de sostenibilidad y justicia económica.

En el fondo, este debate nos recuerda una verdad incómoda: lo que no se mide, no se administra, y lo que no se administra no puede mejorar. Si queremos que la economía solidaria deje de ser una alternativa marginal y se consolide como un pilar de la transición hacia la sostenibilidad, debemos atrevernos a medir lo invisible. Porque solo al visibilizar sus aportes, podremos transformar lo esencial.

Para conocer más del presente tema se recomienda leer el siguiente artículo: “¿Do Employees Contribute to Corporate Social Responsibility? Evidence from Mexican Agribusinesses”, el cual, está disponible en: https://www.researchgate.net/publication/357573529_Do_Employees_Contribute_to_CSR_Evidence_from_Mexican_Agribusinesses

**Docente de las Maestrías en Psicología Aplicada y de Gerontología de la Universidad de Colima.

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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