Por Marcial Aviña Iglesias
Hace un montón de años teníamos profesores que eran como el vinilo: cada año sacaban el mismo disco. O sea, repetían las mismas bromas, los mismos chistes malos sobre los temas de la clase, y si preguntabas a los que ya iban en grados más avanzados, te lo describían todo con pelos y señales, hasta te recitaban los chascarrillos, las guasas y las cacofonías. Vamos, que las libretas de algunos docentes eran casi reliquias arqueológicas: páginas amarillas, portada rugosa… parecía que andaban leyendo las notas que tomaron ellos cuando eran estudiantes.
Con todo el avance tecnológico que nos prometían, uno pensaba que las escuelas iban a dar un giro brutal. Que por fin la educación tendría un lavado de cara bien moderno, entre mil y una reformas, capacitaciones y actualizaciones. Pero no, cada ciclo escolar es como ver la película de “Mi Pobre Angelito” en las navidades: vuelven los mismos proyectos transversales de siempre, las mismas ferias de ciencias y las exposiciones que ya has visto una vez en cada ciclo escolar, y lo único que cambia… son los estudiantes.
¿No les pasa que parece que estamos en un remake eterno donde solo se rescatan los actores? Lo peor es que la tecnología a la que tanto le tienen fe, no ha servido para nada más que para que las y los docentes pongan videos que ni ellos mismos entienden y manden tareas a través de las plataformas que nadie revisa. Es decir, que, si la educación fuera una serie de televisión, la cancelaban por baja audiencia y luego la revivirían 20 años después para hacer una versión «retro» que nadie pidió.
Y ahí estamos todos, orgullosos de tener pizarrones digitales y proyectores, cuando en realidad seguimos usando los mismos métodos del siglo pasado, pero con mejor tecnología para aburrirnos más rápido. Es como cambiarle el maquillaje a un cuadro viejo y seguir esperando que la Mona Lisa te sonría de verdad. Híjole, hemos hecho de la educación un eterno déjà vu, un “repítelo conmigo” que ni Netflix se atreve a poner en streaming. Pero oye, eso sí, cada año un desfile nuevo de estudiantes listos para protagonizar la misma obra de teatro.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

