Entre las relaciones públicas y los micromachismos
Por Susana Berenice Vidrio Barón*
En días pasados hemos tenido en nuestra Facultad de Mercadotecnia la visita de especialistas del área, con motivo del III Coloquio Universitario Internacional de Investigación en Branding, Mercadotecnia, Publicidad y Relaciones Públicas. Previamente hemos, también, participado de Congresos de Investigación como la I Jornada Internacional de Mujeres en la Ciencia, Tecnología y Sociedad, así como conversatorios. Esto, en tiempos recientes. Sin embargo, es una costumbre y menester asistir regularmente a este tipo de eventos que tienen como un objetivo claramente identificable, el difundir el conocimiento y los resultados de investigación actual aplicada.
Es, en este tenor, que comienzo mi análisis de lo que sucede tras bambalinas -y algunas otras no tanto- con las delicadas fuerzas de poder y los mecanismos para ejercerlo que, desafortunadamente, se antojan más frecuentes y evidentes desde el seno del entendimiento falocéntrico que se da en la academia.
Aun cuando se hacen esfuerzos para la reducción de la brecha de género -y que se nos permite a las mujeres transitar y colaborar en el desarrollo de la ciencia- basta ver el número creciente de eventos que tienen como finalidad el visibilizar el trabajo de mujeres líderes en sus disciplinas (tales como el I Congreso Equidad de Género: Mujeres Líderes en Cumplimiento/USAID, Primer Congreso Internacional de Economía Feminista en América Latina y el Caribe: “Feminismo, mujeres y economía en América Latina y el Caribe”/UNAM, entre otras varias) es inevitable el hacer un recuento de las constantes y rampantes muestras de machismos y micromachismos de los cuales somos sujetas tanto mujeres, como igualmente hombres jóvenes y estudiantes.
Pareciera que, el título académico provee a la persona de un aura de trascendencia y superioridad la cual, a no ser que esta reúna algunos otros atributos tales como la cultura, la bonhomía, la estoicidad, y un alto nivel de inteligencia emocional. Entre estos aspectos, el de la autorregulación de las emociones es el que viene más a colación.
Me puedo dar cuenta, desde donde me encuentro ubicada, que socialmente, a las mujeres se nos exige mucho más en este último rubro: de la contención emocional. Una mujer apasionada, que es perfeccionista y que exige ciertos niveles de eficiencia por parte de su equipo de trabajo, grupo de estudiantes o de colaboración será vista -en el mejor de los casos- como una mujer hormonal, nerviosa y que francamente se encuentra de salida.
En la contraparte, un hombre que muestra este tipo de comportamientos será entendido -y tratado- como un niño grande el cual necesita ser nutrido, contenido y educado.
De verdad, es muy interesante esta dinámica social, que se presenta cada vez en mayor medida. Las mujeres en la academia funcionamos como un proxy de la esposa en la casa. Pocas son las veces en las que se nos considera tal cual pares académicos y que contamos con un nivel de experiencia y dominio disciplinar, técnico o administrativo.
El entendimiento del machismo en la sociedad, cada vez nos queda más claro, incluyendo evidentemente a la violencia por género, además integra el lenguaje, el comportamiento en grupo e individual, el sarcasmo, la broma y los motes o apodos. Los micromachismos son mecanismos más sutiles y pasivo-agresivos que se encuentran más vivos que nunca y que resultan de la incursión de las mujeres a los ámbitos que previamente pertenecían a los hombres, esto, resulta en esta sofisticada nueva forma de microviolencia.
La diferencia estriba en que el machismo se encuentra en los hogares y en los lugares públicos, el micromachismo y el machismo invisible se ubican en los centros de trabajo y acompañan a las mujeres que se han atrevido a saltarse esas trancas.
Los micromachismos son pequeños, casi imperceptibles controles y abusos de poder cuasinormalizados que los varones ejecutan permanentemente. Estos se encuentran a la orden del día.
La Coordinación para la Igualdad de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México ha señalado que, en la vida cotidiana, persisten diversas prácticas sutiles que reproducen desigualdades de género y que pueden ser identificadas para promover formas de interacción más equitativas. Desde esta perspectiva, la masculinidad se entiende como una construcción social susceptible de transformarse mediante procesos de reflexión y cambio cultural. Entre estos comportamientos se encuentran los siguientes:
– Manterrupting. Se refiere a la tendencia de algunos hombres a interrumpir de manera reiterada a una mujer mientras expone sus ideas. Este fenómeno no se limita al espacio laboral, sino que aparece también en entornos familiares, sociales, políticos y culturales, y contribuye a invisibilizar la participación femenina.
– Bropiating. Consiste en atribuirse el mérito de una propuesta o iniciativa originalmente formulada por una mujer. Esta práctica reproduce un patrón histórico en el que la autoría femenina ha sido relegada o minimizada, aun cuando las contribuciones de las mujeres han sido fundamentales en múltiples ámbitos del conocimiento y de la vida pública.
– Gaslighting. Se trata de una forma de manipulación psicológica mediante la cual la persona agresora provoca que la víctima dude de su memoria, de su interpretación de los hechos o incluso de su salud mental. Este tipo de agresión tiene efectos profundos, pues suele generar sentimientos de inseguridad, confusión y malestar emocional que pueden derivar en ansiedad o depresión.
– Mansplaining. Implica explicar algo a una mujer desde una postura condescendiente o paternalista, aun cuando ella posea igual o mayor dominio del tema. Este comportamiento refuerza jerarquías simbólicas que desvalorizan el conocimiento femenino.
– Manspreading. Alude a la costumbre de algunos varones de ocupar un espacio excesivo en lugares comunes, como el transporte público, generalmente al sentarse con las piernas demasiado abiertas. Esta conducta reproduce dinámicas de apropiación desigual del espacio físico.
Estos micromachismos, aunque sutiles, mantienen estructuras de poder inequitativas; por ello, reconocerlos constituye un primer paso para cuestionarlos y propiciar relaciones más respetuosas y justas.
Es por ello, también, que se hace medular incluir protocolos de acción y redireccionamiento de los ataques de micromachismo en los espacios de trabajo, públicos y académicos. Estos movimientos y reflexiones conjuntas tendrán que asestar un golpe importante al predominio masculino y fraternidad que ha servido como escudo protector y, en contraparte, será la sororidad y la diplomacia el camino que sirva para redirigir la conversación y crear un espacio más seguro para las generaciones de investigadoras por venir.
*PTC en la Facultad de Mercadotecnia, además de SNII 1 y líder del UCOL-CA59.
**Esta columna es desarrollada por integrantes del UCOL-CA59 La mercadotecnia y su relación con las ciencias sociales, adscrito a la Facultad de Mercadotecnia de la Universidad de Colima.
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