Vie. Dic 5th, 2025

ARTÍCULO: La paz que Europa requiere y la que Rusia intenta imponer

Por Redacción Nov28,2025

Por José Antonio Granados González*

En el contexto global actual, pareciera que la palabra “paz” empieza a perder significado. Se invoca tanto y se concreta tan poco, que corre el riesgo de convertirse en una ilusión nada más, administrada por quienes no están en el frente de batalla. El reciente plan de 28 puntos para la paz en Ucrania, propuesto desde Washington y Moscú, y discutido con Kiev, es un gran ejemplo que ilustra este punto, se trata de una propuesta redactada lejos de las trincheras, y que no considera el peso de casi cuatro años de valiente resistencia ucraniana.

El borrador original planteaba medidas difíciles de siquiera pronunciar para quienes han defendido su país día tras día, se trataba de reconocer la pérdida de territorios ocupados por Rusia, reducir sus fuerzas armadas, renunciar al ingreso a la OTAN y aceptar que zonas hoy bajo control ruso permanezcan bajo ese dominio. Más que un acuerdo, pareciera ser un armisticio impuesto desde Rusia, como si se tratara de una potencia vencedora, pues es un documento que legitima, por la vía diplomática, lo que se ganó por la fuerza.

No debe sorprendernos que Vladimir Putin haya presentado el plan como una “oportunidad” que sienta las bases para futuras negociaciones, cada vez que Rusia habla de “oportunidades”, suele tratarse de un intento por convertir hechos consumados en realidades permanentes bajo el paraguas del derecho internacional. Y una propuesta que, en esencia, pide a Ucrania aceptar amputaciones territoriales funciona precisamente en esa lógica: la del agresor que ofrece paz a cambio de que se reconozcan sus conquistas.

El elemento que complica aún más el panorama es el rol que los Estados Unidos están jugando, bajo un liderazgo tan impredecible como el de Donald Trump. Su doctrina “transaccional” de política exterior, ósea, una diplomacia que busca cerrar temas rápido, incluso si eso significa empujar concesiones dolorosas, hace que un conflicto tan complejo como el ruso-ucraniano corra el riesgo de ser simplificado en términos de “qué se puede entregar para terminar rápidamente la guerra”.

Sin embargo, hay un actor clave que sí está intentando corregir el rumbo y que por lo menos en este 2025 se había quedado corto en la mesa de negociaciones: Europa.

Así, Reino Unido, Francia y Alemania han trabajado en una contrapropuesta que recortan, matizan o directamente eliminan algunos de los puntos más problemáticos del borrador estadounidense. No lo hacen solo por solidaridad con Ucrania sino por una razón profundamente estratégica, Europa sabe que una paz injusta no solo traiciona el sacrificio ucraniano, sino que además no garantiza la seguridad futura.

El continente ya ha vivido las consecuencias de confiar en promesas rusas de no agresión. Moscú en el pasado ha firmado acuerdos que luego incumplió, aseguró respetar fronteras que después violó y prometió no volver a invadir territorios que terminó ocupando. Europa aprendió, quizá tarde, que una paz mal construida no es una paz, es simplemente una pausa. Y una pausa que deja al agresor satisfecho y al agredido debilitado puede ser la antesala de la siguiente escalada, como ocurrió con el tratado de Versalles allá en el lejano 1919.

Por ello, para Europa la ecuación es doble: Debe de buscarse una paz justa para Ucrania, que no entregue territorios ni derechos que violen su soberanía nacional, y debe ser una paz firme, que realmente desincentive a Rusia de volver a tomar las armas.

Mientras tanto, en Kiev, se vive un otoño que huele a invierno anticipado. El presidente Zelensky advirtió hace unos días que este podría ser “un invierno muy largo y muy duro”. No solo por las gélidas temperaturas de la región, sino por el desgaste acumulado, por la incertidumbre de los apoyos europeos y el respaldo estadounidense, y por las presiones diplomáticas que llegan de todas partes. Después de casi cuatro años de guerra, pedir a los ucranianos que acepten un acuerdo que no refleja su sacrificio es, en el mejor de los casos, un error político; en el peor, una traición moral.

Vale la pena aquí retomar al sociólogo noruego, Johan Galtung, quien distinguía entre “paz negativa”, que es simplemente el silencio de las armas, y que no atiende a las causas subyacentes del conflicto, ni busca reparar y resarcir daños y la “paz positiva”, que es justicia, dignidad, seguridad y garantías que reparen el daño y eviten un conflicto posterior. En ese sentido, un acuerdo que sacrifica territorios, que recompensa la agresión y que limita la capacidad defensiva de un país atacado no garantiza que exista una paz positiva. Apenas sería una pausa y de las más peligrosas.

No se trata de negar la importancia de la negociación para solucionar el conflicto. En esta guerra específicamente hace mucho que debieron sentarse a la mesa. Pero esa mesa no puede servir para formalizar conquistas ilegítimas ni para olvidar quién comenzó la guerra. Llamarle “paz” a un arreglo que beneficia más al agresor que a la víctima sería, para Europa, para Ucrania y para el mundo, un error con consecuencias que podrían sentirse durante generaciones.

La paz, cuando llegue, tendrá que construirse con justicia. Y la justicia, en esta guerra, empieza por no pedirle a los ucranianos que entreguen lo que han defendido con sangre, resistencia y una dignidad que ningún borrador de acuerdo diplomático debería ignorar.

*Profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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