Vie. Dic 5th, 2025

COLUMNA: Ciencia y Futuro

Por Redacción Dic1,2025 #Opinión

Sabores que cuentan historias: el poder del marketing experiencial en la gastronomía

Por Jorge Ricardo Vásquez Sánchez*

La gastronomía contemporánea ya no compite únicamente en sabores: compite en memorias, afectos y significado. Cuando una experiencia culinaria logra activar recuerdos, provocar emoción y propiciar un encuentro social, deja de ser un acto puramente nutricional para convertirse en una narrativa compartida. El marketing experiencial despliega herramientas para diseñar y gestionar esas narrativas: no se trata solo de servir un plato, sino de componer una experiencia coherente que convoque a los sentidos, a la identidad y al sentido de pertenencia de las personas.

En su dimensión sensorial, una experiencia gastronómica deliberada trabaja con estímulos que apelan al olfato, al gusto, a la vista, al tacto y, en ocasiones, al oído. La presentación del plato, la textura, la temperatura y el aroma son signos que comunican origen, oficio y cuidado. Pero la sensorialidad por sí sola es insuficiente, es ahí donde la narración —la historia detrás de una receta, el relato del oficio de quien cocina o de la comunidad a la que pertenece— transforma la percepción del consumo en una vivencia con propósito.

El marketing experiencial contempla, además, la dimensión emocional. Las emociones funcionan como anclajes de memoria: un instante de sorpresa, ternura o reconocimiento puede consolidar la preferencia de una persona y convertirla en defensora de la propuesta. Diseñar experiencias que movilicen emociones requiere honestidad: la autenticidad de la historia, la coherencia entre lo que se promete y lo que se entrega, y el respeto por las raíces culturales son condiciones indispensables. Cuando estos elementos fallan, la experiencia pierde veracidad; cuando funcionan, crean lealtad afectiva.

Otra dimensión clave es la social. Comer es, en muchas culturas, un acto comunitario; la mesa es un espacio de transmisión intergeneracional y de reafirmación de vínculos. Las estrategias experienciales más efectivas convierten a las personas consumidoras en parte activa del proceso: talleres donde se comparte una receta, mesas comunales, narrativas participativas o rituales de servicio que invitan a la interacción. Al transformar a la persona consumidora en coautora de la experiencia se fortalece la identificación con la marca y se potencia el boca a boca como motor de crecimiento.

La innovación desde la cultura ocurre cuando se articula la memoria colectiva con nuevas formas de presentación y comunicación. Innovar no significa borrar lo anterior; significa dialogar con la tradición para reinterpretarla. Esto exige una mirada sensible: reconocer los significados simbólicos de ingredientes y técnicas, respetar prácticas de transmisión familiar y, a partir de ahí, proponer variaciones que conecten con audiencias contemporáneas sin vaciar de sentido del legado. Ese equilibrio entre memoria y novedad es la base de una propuesta experiencial sostenible.

En términos de gestión, hay decisiones prácticas que incrementan la eficacia experiencial. Primero, documentar y comunicar el origen de las recetas y los relatos que las sostienen: las historias deben ser visibles y accesibles en el menú, en el servicio y en los canales digitales. Segundo, diseñar rituales de atención que refuercen la experiencia (por ejemplo, una breve introducción al plato, una degustación guiada o un gesto simbólico al servir). Tercero, capacitar al equipo en la dimensión relacional: el servicio que conecta emocionalmente no surge por accidente; es fruto de habilidades comunicativas y de sensibilidad cultural. Por último, evaluar la experiencia no solo por ventas sino por indicadores cualitativos: testimonios, repetición de visitas y grado de recomendación.

El marketing experiencial también tiene una dimensión pública y ético-social, que bien gestionado, contribuye a la preservación del patrimonio culinario, al fortalecimiento de economías locales y a la construcción de puentes culturales. Las experiencias alimentarias que dignifican saberes y prácticas familiares aportan capital simbólico a comunidades enteras, reconociendo el valor social del oficio gastronómico.

En un contexto global donde la oferta gastronómica es vasta y accesible, la diferencia la marcan las historias que cada propuesta permite contar, por ello, las marcas y los proyectos que entienden que su producto es, ante todo, una experiencia humana —enraizada en memoria, afecto y cultura— logran un vínculo más profundo y duradero con sus audiencias.

Si te interesa conocer más sobre este enfoque aplicado a un caso concreto, te invito a leer el capítulo que escribí: “Marketing experiencial en la gastronomía de Singapur: una mezcla de innovación desde los recuerdos, amor y tradición familiar en Ramen Teh”, publicado en el libro Asia: Valores y familia vistos por el cine (Universidad de Colima). [Enlace al capítulo: https://www.libros.ucol.mx/index.php/dgp/catalog/book/34]

*Profesor de Tiempo Completo de la Facultad de Mercadotecnia de la Universidad de Colima y coordinador de la Maestría en Gestión de Marcas en Entornos Físicos y Digitales de la misma institución

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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