Por Marcial Aviña Iglesias
Llega diciembre y me acuerdo de mi colega, El Niño Dios. Sí, ya sé, suena raro, pero en mis años de infante, allá por los setentas y principios de los ochentas en Colima, diciembre era un tiro mixto de ansiedad y esperanza para la chaviza. Las visitas obligadas eran a las 2 únicas tiendas departamentales del lugar: Blanco y Conasupo —creo que se escribía en mayúsculas, pues eran siglas—. Y gracias a que mi madre se partía el lomo lavando y planchando ajeno, El Niño Dios nunca me dejaba en visto. Por cierto, acá no éramos de Reyes Magos; esos solo aparecían para la rosca y punto. Y Santa Claus… pues no, ni de broma.
Cuando la abuela ponía el nacimiento, yo me arranaba tipo cazuela ahí, bien pegado, como un mirón profesional, a ver si cazaba la figura del Niño Dios en alguna caja. Jamás lo vi salir de ellas, pero cada 25 de diciembre, allí estaba, con los brazos abiertos, su pelo rizado y el lienzo azul que lo envolvía, y justo al lado, los juguetes que había pedido, gracias a mamá, que en ese entonces imaginaba que ella era la intermediaria.
El Niño Dios era excepcionalmente hábil. Una vez hasta adivinó lo que pensaba. En aquella época, mis series favoritas que veía en el televisor de bulbos eran El Hombre Nuclear y La Mujer Biónica. Un año antes, me había traído al Hombre Nuclear y, para esa Navidad, quería la Mujer Biónica. Pero claro, abrir la caja y ver que parecía una Barbie era demasiado para mi chavito prejuicioso. ¿Qué iban a pensar mis colegas si me veían jugando con ella?
Pues esa Navidad de 1974, ahí estaba, junto al nacimiento, Jamie Sommers lista para la acción, con su jersey blanco, jeans y tenis. Fue la única Navidad en la que no salí a jugar con los niños de la calle. De hecho, cada vez que tocaban mis cuates a la puerta para visitarme, mamá escondía a la Mujer Biónica en el ropero de la abuela. Y yo me sentía como si guardara un secreto monumental. Todavía la conservo juntos con otros juguetes. Gracias mamá, y muchísimas gracias al Niño Dios, fuiste el mejor de mis colegas de la infancia.
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