Vie. Dic 12th, 2025

COLUMNA: Ciencia y Futuro

Por Redacción Dic12,2025 #Opinión

Los ríos hablan y los hemos dejado sin voz. Lecciones aprendidas en las inundaciones de Veracruz

Por Jesús López de la Cruz*

Cada vez que ocurre un desastre como las inundaciones recientes en Veracruz, surge una pregunta inevitable: ¿se pudo impedir ese desastre? Pero la pregunta crucial no es si era posible impedir completamente la inundación, porque en muchas ocasiones la respuesta será no, sino si era posible reducir sus impactos. Y ante esta pregunta, la respuesta es un rotundo sí.

Las inundaciones urbanas suelen presentarse en los medios y por el gobierno en turno como eventos repentinos, casi impredecibles, vinculados únicamente a la intensidad de la lluvia. Sin embargo, desde la ingeniería, la gestión del riesgo y la planeación urbana, sabemos que las inundaciones no son solo un fenómeno natural, son, ante todo, un fenómeno socialmente construido. Y las inundaciones recientes en Veracruz vuelven a recordarnos, con elocuencia dolorosa, que el problema no es únicamente cuánta agua cae del cielo, sino cómo hemos decidido habitar el territorio y modificarlo.

El territorio mexicano ha estado históricamente expuesto a fenómenos hidrometeorológicos como huracanes, tormentas tropicales, frentes fríos y eventos de lluvia torrencial. Pero el riesgo no se explica solo por la presencia del fenómeno natural, sino por la manera en que urbanizamos, rellenamos humedales, impermeabilizamos suelos y ocupamos zonas de amortiguamiento natural. Cada vez que un cuerpo de agua es reducido, confinado o bloqueado por infraestructura mal planificada, le estamos arrebatando al territorio su capacidad de absorber, conducir y disipar la energía del agua de lluvia.

En el estado de Veracruz, por ejemplo, los humedales costeros han sido sistemáticamente rellenados para construir fraccionamientos, avenidas y centros comerciales. Estas zonas, que tienen como función ser esponjas naturales, han perdido su capacidad de almacenar temporalmente grandes volúmenes de agua. El resultado es simple, si al agua le quitamos su espacio, encontrará otro. Y ese otro en algunas ocasiones suele ser la ciudad.

Una de las fallas más recurrentes en muchas ciudades mexicanas, incluido el caso de Veracruz y también algunas ciudades de nuestro estado de Colima, es concebir la gestión del riesgo como una tarea reactiva y centrada en la obra pública, por ejemplo, más colectores pluviales, más canales, más desazolves de emergencia, entre otras obras. Esto, aunque necesario, es insuficiente y, en muchos casos, costoso y tardío.

Entre las principales problemáticas que se observan está el que se siga permitiendo el desarrollo urbano en zonas de inundación o de importancia ambiental. Poco es lo que se ha avanzado en México en la inversión en soluciones basadas en la naturaleza, las cuales han demostrado en otros países ser una apuesta importante en la mitigación de los impactos de las inundaciones. La comunicación del riesgo se sigue limitando al momento de la emergencia, lo cual incrementa la vulnerabilidad de la población, por lo cual, necesitamos que la población identifique zonas de peligro, contar con protocolos claros de protección civil y contar con una comunicación del riesgo efectiva, en otras palabras, construir una educación y cultura del riesgo en la comunidad, la cual es actualmente casi inexistente.

Es importante señalar que las inundaciones recientes ni fueron inéditas ni imprevisibles, tan solo basta con revisar el atlas nacional de riesgos para identificar que los municipios muestran zonas con altos riesgos de inundación, ya que muchos de ellos están ubicados en llanuras de inundación. Además, existen estudios académicos e informes técnicos que han señalado la urgente necesidad de repensar la relación de las ciudades veracruzanas con el agua.

Las lecciones que tenemos con respecto a las inundaciones es que las soluciones solamente estructurales no bastan, se necesita un enfoque integral conocido como gestión del riesgo de inundación, que considera no solo la infraestructura, sino también la manera en que la sociedad se organiza y ocupa el territorio, el cual nos puede llevar a enfrentar las inundaciones sin que se pierdan vidas.

Las inundaciones, en mayor o menor medida, suelen ser inevitables en algunas zonas del territorio mexicano, pero sus impactos no lo son. La buena noticia es que, así como se construye el riesgo, también se puede construir la resiliencia. El reciente desastre en Veracruz nos recuerda un aspecto fundamental: no podemos evitar que los ríos crezcan, pero sí podemos evitar que una crecida se convierta en tragedia.

Para lograrlo, necesitamos devolverles y respetarles el espacio natural de los ríos, fortalecer los sistemas de alerta, mejorar la planificación urbana y tomar decisiones que no comprometan el futuro de las comunidades.  La clave no es luchar contra el agua, sino permitir que su ciclo en nuestras ciudades esté integrado en su planificación.

Enlace del artículo: https://revistas.ubiobio.cl/index.php/RHS/article/view/6675

*Profesor e investigador de la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad de Colima. Docente en el posgrado en Cambio Ambiental Global de la misma institución

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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