La Universidad de Colima (UdeC) inició en el Paraninfo Universitario la segunda etapa de su proceso de rendición de cuentas. Tras los informes de bachilleratos y facultades, ahora son las dependencias, coordinaciones y ejes transversales quienes exponen al público universitario y a la sociedad en general, cómo ejercen los recursos que reciben y, sobre todo, qué resultados generan para la institución.
En esta etapa, más allá de la formalidad del acto, lo que se vive en esos ejercicios es una lección de transparencia, corresponsabilidad y trabajo colegiado, principios que hoy sostienen el rumbo de nuestra Máxima Casa de Estudios.
El Rector Christian Jorge Torres Ortiz Zermeño, al escuchar los primeros 7 informes, compartió una reflexión que sintetiza el espíritu de estos casi 5 años de su gestión: la Universidad que hoy observamos no es la misma de hace algunos años. No por un cambio abrupto o fortuito, sino por un trabajo acumulado, constante, realizado “codo con codo, hombro con hombro”, como él mismo subrayó.
Ese reconocimiento -más que un elogio institucional- es un recordatorio de que el avance universitario se construye todos los días desde cada oficina, aula, laboratorio o taller.
Uno de los elementos más poderosos que emergió es la decisión de quienes rinden informe de dar voz y rostro al personal que hace posible los resultados. En tiempos donde la gestión pública suele reducirse a cifras, la UdeC vuelve a centrar la atención en las personas. Porque detrás de cada avance hay una técnica, un coordinador, un administrativo, un académico, un trabajador que aporta su esfuerzo cotidiano. Reconocerlos no es un gesto simbólico: es un acto de justicia institucional.
La innovación -como destacó el Rector- se ha convertido en otro sello de esta etapa universitaria. Tecnologías aplicadas a la gestión, a la enseñanza, a la investigación y a la atención comunitaria permiten que la institución se mantenga en la vanguardia.
La Universidad moderna no se proclama: se demuestra en la forma en que sus procesos se vuelven más eficientes, sus servicios más accesibles y su impacto más visible.
Al usar la metáfora del reloj transparente, el Rector recordó algo esencial: en una institución compleja, cada pieza importa. No hay engrane insignificante. Todas y todos contamos.

