Vie. Nov 22nd, 2024

ARTÍCULO: Volver a croar

Por Redacción Oct4,2023

Por Susana Madera

El croar de la rana marsupial andina vuelve a resonar poco a poco en Quito,  gracias a un proyecto para repoblar los espacios naturales de este anfibio, el último ligado al agua en la capital de Ecuador, donde la expansión del asfalto y la contaminación ha ido acallando un canto que era parte de la sinfonía natural de la ciudad.

Y es que el crecimiento urbano ha eliminado rápidamente los empozamientos de agua donde la rana marsupial andina se reproduce.

“Este animal era muy común antes, vivía en las pozas de agua”, y eran conocidos en su primera etapa como uilli-uillis (renacuajo), “término que, además, es muy típico de la cultura quiteña», dijo a EFE el director del Zoológico de Quito, Martín Bustamante.

Pero desde hace varios años, la rana marsupial andina (gastrotheca riobambae) está en peligro de desaparecer de la ciudad y de correr la misma suerte de otras ranas quiteñas ya extintas.

Ubicado en la zona de Guayllabamba, a unos nueve kilómetros de Quito, el Zoológico está enclavado en un entorno agrícola, cuya agua para riego “proviene de sistemas de canales, artificialmente embalsados, y en estos lugares las ranas dejan sus renacuajos, (pero) luego no pueden salir de estos reservorios y son repartidos a la tierra agrícola, donde mueren”, explicó Bustamante.

Ante esa situación, el Zoológico lidera un proyecto para trabajar con renacuajos rescatados de esos reservorios y trasladados a charcas artificiales en lugares donde solían vivir, como el Parque Bicentenario, donde antes funcionaba el aeropuerto internacional de Quito, en pleno corazón del centro norte de la ciudad.

Pero antes del aeropuerto hubo “un humedal en donde vivían los renacuajos. Hace un siglo, esto estaba poblado” de ellos, recordó el director del Zoológico al avanzar que el proyecto busca también el rescate de plantas.

Y, por ello, ahora hay un espacio donde se ha restablecido una comunidad de plantas, y charcas en las que han colocado renacuajos. “Ellos atravesaron ya el proceso de metamorfosis. Ha sido un ejercicio también de error y experimentación pero, finalmente, este año ya empezamos a escuchar los cantos”, apuntó.

Bustamante mostró su satisfacción tras la constatación de que, después de casi 2 años, las ranas han vuelto al sector, no sólo por lo que representa para la biodiversidad, sino porque la experiencia se puede replicar en otros lugares, posiblemente en 2024.

De colores variados, que van del verde al café, pasando por el crema, gris e incluso el negro, esta rana “camuflaje puede tomar casi cualquier color”, expuso Bustamante.

El macho adulto suele medir, en promedio, unos cinco centímetros, dos menos que la hembra, y la especie debe su nombre a la bolsa marsupial que tiene la madre en su espalda, donde quedan los huevos fecundados, que son insertados con las patas.

Autor

Related Post

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *