Una asignatura pendiente, casi ignorada u olvidada, es explicar, detectar, combatir y condenar la violencia vicaria, esa forma que se ejerce, generalmente, a través de los hijos, como medio para dañar emocional o psicológicamente a la otra parte, ya sea una expareja o cónyuge.
A menudo, resaltan las y los especialistas, implica utilizar a las y los menores como peones en una lucha de poder, exponiéndoles a situaciones perjudiciales que pueden dejar cicatrices profundas en su desarrollo. Por ello, es necesario que la sociedad en su conjunto entienda la gravedad de ese problema y asuma un compromiso activo en su prevención.
La educación, por supuesto, es una poderosa herramienta para erradicar la violencia vicaria. Esto implica varias consideraciones y acciones:
1.- Promover la comunicación efectiva: urge fomentar la apertura y el diálogo en nuestras relaciones personales. La comunicación puede ser la clave para resolver conflictos sin recurrir a la violencia.
2.- Tener conciencia sobre el impacto de esa violencia en los niños: debemos ser conscientes de cómo nuestras acciones afectan a nuestros hijos. Su bienestar debe ser siempre una prioridad.
3.- Recursos y apoyo: las autoridades, en sus diferentes niveles, deben proporcionar recursos y apoyo a quienes enfrentan situaciones de violencia vicaria. Eso incluye asesoramiento y orientación.
4.- Educación continua: por supuesto, la prevención de la violencia vicaria debe ser un tema recurrente en los programas educativos y de formación personal. Entre más gente conozca que existe y qué es la violencia vicaria, mucho mejor.
5.- Colaboración con la comunidad: urge trabajar en conjunto con organizaciones locales y nacionales para abordar ese problema a nivel comunitario.
La prevención de la violencia vicaria es una causa que merece nuestro compromiso inquebrantable. Juntos, como comunidad, es posible que en Colima se pueda comenzar a marcar una gran diferencia. La estabilidad de las víctimas bien lo vale.