Por Raymundo Padilla Lozoya*
Es digno reconocer la enorme labor del personal de Protección Civil, Cruz Roja, Bomberos y las fuerzas de Seguridad que trabajaron incansablemente atendiendo crisis y emergencias relacionadas con las precipitaciones del huracán Lidia. Su labor es heroica, sin duda, pero…
Todas las inundaciones y encharcamientos, deslizamientos, derrumbes, daños en pavimentos, calles, carreteras, afectaciones en viviendas, en automóviles y enseres domésticos, son evidencia irrefutable de las vulnerabilidades actuales.
Y las vulnerabilidades NO las produjo la presencia del huracán y sus precipitaciones. Los daños son evidencia de vulnerabilidades en la urbanización inadecuada que se ha hecho. Son evidencia de los riesgos que se han perpetuado a pesar de frecuentes circunstancias similares. Son evidencia de ajustes urgentes para evitar peores daños y otras pérdidas irreparables. Son evidencia de la necesidad de comunicar el riesgo de mejor manera. Son evidencia de la falta de prevención.
Colima desarrolla más respuesta a emergencias que prevención. Con el personal actual en Protección Civil, Cruz Roja y Bomberos se realizan muchísimas labores de socorro, pero aun así, falta más personal, equipamiento, capacitación y sobre todo vinculación de personal especializado en la Gestión Integral de Riesgos, que incida en la toma de decisiones cuando se planifica el desarrollo económico y el urbano; y por supuesto cuando se corrigen obras públicas inadecuadas, entre otras acciones. No hay, en Colima, aún, una política pública de Gestión de Riesgos y Protección Civil. Frente al incremento de desigualdades y vulnerabilidades sociales, poco pueden hacer los equipos de Protección Civil, más que atender crisis y brindar socorros las 24 horas, los 365 días del año.
El gran número de personas, video grabadas en las calles y avenidas, y en zonas de riesgo ante inundación, es evidencia de la urgente necesidad de ampliar la comunicación de riesgos. Y muestra la pertinencia de mejorar las advertencias para reducir la exposición de la sociedad, con señalización o con oficiales encargados de evitar el tránsito por zonas de riesgo. Fue muy documentada la gran exposición a inundaciones de cientos de personas que en automóviles.
Ciertas autoridades tienen la responsabilidad de incidir en la educación e informar a la sociedad, que no percibe peligros, pero, si no hay señalización, y si además la población no sabe de riesgos, entonces se exponen y dañan sus unidades automotrices, se arriesgan físicamente y producen emergencias, por desconocimiento o por negligencia.
Nunca habrá suficiente personal de Protección Civil y militares para responder a todas las llamadas de emergencia. La población requiere de más información con mejor calidad para ampliar su criterio y tomar decisiones menos riesgosas.
También se hace evidente la pertinencia de contar con radares para monitorear las precipitaciones con más precisión y estimar el volumen para zonas específicas, con varios minutos de anticipación. Ese modelo ha sido muy exitoso y reconocido por la UNDRR en lugares de México, como en Iztapalapa, por citar un caso.
Sin embargo, apenas se inicia localmente con un sistema de alertamiento ante sismos, cuando hace falta un sistema de alertamiento multiamenazas, que considere los 4 elementos imprescindibles: monitoreo, conocimiento del peligro, difusión y planes de respuesta.
Es pertinente tomar más en cuenta el enfoque de GIRD (Gestión Integral del Riesgo de Desastres) incorporado desde el año 2012 en la Ley General de Protección Civil y ratificado la semana pasada en las propuestas presentadas por el Ejecutivo Federal ante la Cámara de Diputados. Es urgente transversalizar el enfoque de GIRD, entre secretarias y direcciones estatales y municipales y vincular con la planeación del desarrollo económico y del desarrollo urbano. Basta con ver la propuesta de Desarrollo Urbano de Comala para darse cuenta de las omisiones en materia preventiva urbana, la ausencia de condiciones adecuadas para la movilidad de equipos de emergencia en proporción al porcentaje de población que constituirá la mancha urbana de viviendas. El plan propuesto para Comala acumulará mayor flujo vehicular en las mismas rutas que ahora conectan a la cabecera municipal, creando saturación y dificultades para atender las emergencias tan frecuentes en una zona de riesgo. Eso es construcción social de riesgos porque una institución es quien produce y reproduce riesgos que se materializan ante amenazas como las lluvias o los huracanes.
Nunca sabremos ¿cuánto le costó a Colima atender todas las recientes emergencias que pudieron evitarse? ¿Cuánta población estuvo expuesta y en riesgos que pudieron prevenirse? Sólo conoceremos las cifras del desastre que serán gestionadas para cubrir daños que pudieron prevenirse.
De existir una buena prevención se hubieran presentado menos emergencias por atender.
Y OJO, el huracán no impactó en Colima, si no… que bueno que no fue un Niño como el de enero de 1992, cuando duró lloviendo 15 días continuamente.
En materia de prevención de desastres, Colima es un anciano de 500 años, con instituciones que se actualizan muy lentamente y en algunas áreas se resisten a las innovaciones, reniegan de hacer los cambios sustanciales requeridos para asegurar el desarrollo social y el crecimiento económico, reduciendo los riesgos ante amenazas naturales, que han sido muy añejas, incluso de frecuencia anual, como son los huracanes.
* Profesor Investigador de la Universidad de Colima, especialista en gestión de riesgos de desastres.
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