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COLUMNA: Pupitre al Fondo

Por Redacción Oct13,2023 #Opinión

Cuando llueve no hay clases

Por Blanca F. Góngora

El pasado lunes y martes el huracán Lidia hizo que Colima tuviera lluvias torrenciales y muchos daños en distintos puntos del estado. Desde temprano empezaron las peticiones para que se suspendieran clases en educación básica, pero fue hasta el martes como a las 11 de la mañana que se emitió el comunicado informando que se suspendían clases para los turnos vespertino y nocturno; pero los del matutino estaban ya en las escuelas. Al final se suspendieron las clases del miércoles y jueves para todos los turnos lo cual fue un acierto porque el huracán pasó con tanta fuerza por nuestro estado que derribó árboles, puentes, desbordó ríos, destrozó caminos y dejó a muchas personas en albergues porque sus casas se inundaron y no podían hacer uso de ellas.

En situaciones como esta que acabamos de vivir, siempre me he preguntado por qué los gobiernos en turno se piensan tanto la suspensión de clases y muchas veces la hacen demasiado tarde, cuando ya los maestros foráneos se trasladaron a sus escuelitas con todo los riesgos que esto implica, cuando los padres de familia ya han dejado a los hijos en las escuelas y van con muchas dificultades a sus trabajos para luego tener que reorganizar el regreso a casas con mochilas mojadas, libros en mal estado, zapatos empapados y hasta despegados. No sé cuál es la razón por la que temen equivocarse. Nada malo pasaría si suspenden y la lluvia se va. Creo, en mi ignorancia quizá, que en estos casos es mejor suspender que lamentar, si se va la lluvia pues no pasa nada, ya todos están resguardados en casita y algo de provecho harán.

Quizá sería importante que los maestros sean escuchados sobre lo que pasa en un día de lluvia con alumnos de preescolar, primaria y secundaria, el cómo llegan y el cómo se van los alumnos a las escuelas, en las actividades que se tienen que modificar o eliminar de la rutina porque las escuelas no están acondicionadas para días lluviosos. No pueden salir al recreo, no pueden ir a los baños, no pueden salir ni a los pasillos porque además de falta de techado se ponen muy resbalosos. Es un encierro que puede ser divertido durante un par de horas, pero no la jornada completa porque como sabemos nuestras escuelas no tienen recursos didácticos para interiores: no bibliotecas, no juegos de mesa, no televisiones o pantallas, no equipos de audio para cada salón, no internet, no mobiliario adecuado. Sí, ya sé que más de alguno dirá “es que antes tampoco había nada y los maestros hacían esto y lo otro”. Pues me adelanto y les digo que seguimos igual y ese es el problema, es decir, seguimos sin nada y los maestros siguen haciendo malabares, pero el objetivo es no estar igual sino ir mejor. Que si ya sabemos que cada año tenemos una temporada de lluvias (con ciclones y huracanes) pues entonces empezar a trabajar en el plan “B” para las escuelas, para que no se les corte la luz, para que no se queden sin servicios de agua y drenaje, para que no se tapen los desagües en las escuelas y las calles, para que les funcionen todos sus cristales y ventanas y un largo etcétera, porque mientras no estén bien equipadas y nuestros servicios de transporte sigan en las condiciones que están y las calles tiendan a los socavones y los ríos a desbordarse creo que lo ideal sería seguir la muy conocida consigna de  “cuando llueve no hay clases” atribuida al exgobernador Mario Anguiano Moreno como una forma de  evitar poner en riesgo al magisterio y a toda la población que por cuestiones de clases se moviliza en todo el estado.

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Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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