Por Marcial Aviña Iglesias
Octubre, mes de series de terror, que la verdad, este género nunca me ha gustado, es que esos repetitivos temas de los espíritus -que no son chocarreros-, zombis -que tampoco son de Sahuayo-, asesinos o tramas psicológicas muy rebuscadas y profundas, que están bien de pinche hueva, y, además de los avistamientos de ovnis en el cielo mexicano, descubrimiento de presencias extraterrestres entre nosotros, sumémosle los extraños huracanes con nombres de lista de cualquier escuela de por acá: Adrián, Beatriz, Norma, Calvin, Otis, Dora, Pilar, Eugene, Ramón, Fernanda, Salma, Greg, Todd, Hilary, Verónica, Irwin, Wiley, Jova, Xina, Kenneth, York, Lidia y Zelda.
Todo ese sinfín de sorpresas que este octubre nos hace vivir, no se compara al miedo que se distribuye de forma gratuita en las redes sociales, con sus vídeos que erizan los vellos, mensajes de audio tipo pódcast con acentos de “El Monje Loco” o “La Mano Peluda” y esos larguísimos textos sobre catástrofes que se avecinan. Por ejemplo, si un huracán o tormenta tropical se acerca, el primer aluvión que nos inunda los Gigabytes del teléfono son esos amarillistas mensajes que de tantos, con tan solo ver caer las primeras gotas ya queremos poner distancia de por medio, tal como sucedió la vez pasada, que antes de concluir la jornada laboral, mientras disfrutaba de mis sagrados alimentos en una de las diversas cafeterías que pululan, a mi lado pasa una secretaria corriendo con zapatillas en mano, segundos después varios del personal de servicios del turno vespertino raudos con rostros angustiados a tropel se abren paso, era una estampida en donde mis compañeros trabajadores huían al cataclismo que se avecinaba, choques de coches en el estacionamiento, personas cargadas de bolsas con comida y hasta con 10 paquetes de palomitas de Rigo; enormes filas en los checadores.
Era como si estuviera viviendo una escena de aquella película del director alemán Roland Emmerich, “2012”, pues se escuchaban gritos de ¡Apúrate! ¡Ay, cómo se tardan en apagar sus computadoras! Jefes que abandonan las instalaciones antes que sus subalternos, para no tener responsabilidad alguna les dejan las llaves pa’ que dejen bien cerrada la oficina y al final, en esta ocasión como dijera Chava Flores en su canción “ni un chisguete”, pero eso sí, por la tarde volvimos a los saldos de series de Netflix. Tiempo después, pero ahora con chubasco intermitente se repitió el caos, las prisas por irse, largas filas en los checadores, líos en el estacionamiento por intentar salir al mismo tiempo, y en mi desordenada cabeza surgió la pregunta, ¿la prisa era por salvarse o temían que los regresarán?
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