Por Paula Bayarte
Los motivos geométricos en telas, cerámicas y blusas contrastan con las palmeras y vegetación salvaje que se ven tras la ventana de la tienda de Shipibo Collective, el negocio de Adelina Maldonado en el centro de la Amazonía peruana, desde donde exporta al mundo la artesanía típica de comunidades indígenas de la cuenca del río Ucayali.
“Yo, más que todo, he hecho este negocio para dar trabajo a las mujeres artesanas, especialmente a las de mi comunidad (…) Seguimos trabajando, queremos avanzar”, expresa Maldonado a EFE desde su local.
Cerámicas, diversas prendas de ropa, telares, maracas, flechas y bisutería se amontonan en la tienda, que no es un corriente comercio.
Shipibo Collective recibe su nombre al ser un proyecto que reúne el trabajo de 25 artesanas de este pueblo coordinadas por Maldonado.
El arte kené, propio de la cultura shipibo hace referencia a elementos que forman su cosmovisión. Diseños en los que se repiten hipnóticos motivos geométricos que reproducen el orden de elementos naturales como ríos, peces y bosques.
La naturaleza se mezcla con la espiritualidad y el misticismo, puesto que, como la artesana explica, es común que los diseños se elaboren bajo los efectos de la planta alucinógena de la ayahuasca.
Maldonado empezó a bordar con 10 años junto a su madre en la comunidad indígena de San Francisco, junto a la laguna Yarinacocha en el departamento amazónico de región Ucayali, y como muchas mujeres se dedicó a la artesanía.
Pero su vida dio un giro en 2010, cuando una turista canadiense le encargó cientos de bordados shipibos que sus manos no podían llegar a elaborar y pidió colaborar a sus vecinas. Ahí se dio cuenta que la artesanía kené tenía un verdadero potencial y podría ser motor de cambio para su entorno.
Pasó de elaborar textiles hechos de tejidos naturales a, poco a poco, hacer distintos y variados objetos que realizan sus compañeras distribuidas por las comunidades.
“Ahora, por la Covid-19, (las artesanas) no han vendido casi nada, estaba muy difícil todo, entonces me llamaban, pidiendo trabajo (…) Entonces yo le doy el trabajo, ellas están felices y yo también estoy feliz cuando ellas están bien”, cuenta con los típicos y larguísimos pendientes naranjas y amarillos hechos con cuentas en sus manos.
Tiene su tienda en la comunidad de San José, cerca de Pucallpa, pero la mayor parte de sus ventas son a través de su página web y redes sociales, que le ayudan a administrar sus hijos, y sus principales clientes se encuentran en Londres y Estados Unidos.
Inspiración ancestral
Tras un enorme telar colgado en la pared, explica que los diseños kené son únicos porque depende de la inspiración del artesano y lo que está sintiendo en el momento, y que sus ancestros le transmitieron que no se pueden copiar unos de otros, porque cada pieza tiene el sello de su autor.
“Cuando hacemos ceremonias de ayahuasca, nos viene el diseño, los colores,… de ahí los sacamos cuando estamos ya a punto de comenzar el arte (…) este diseño es así, viene de la mente, o sea, nos inspiramos así”, sostiene.
Las líneas hacen referencia a cuerpos de serpientes, peces y están llenos de flechas, cruces, rombos y círculos. El habitual color negro hace referencia a la oscuridad de la noche en la selva.
“Recién me doy cuenta, cuando yo viajé en una avioneta y vi como un diseño kené desde arriba, el río como una grande línea y ahí está su relleno que son árboles. Yo estaba asombrada, porque mi abuelita, que en paz descanse, me decía, estos diseños tienen sus significados”, relata emocionada.
Según el Ministerio de Cultura peruano, el origen del pueblo shipibo-konibo se remonta a los años 800 y 650 a. C y está conformado por varios grupos y, a diferencia de otras comunidades amazónicas, no se han aislado y tienen contacto con poblaciones urbanas.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.