Por Marcial Aviña Iglesias
Existe un adagio popular que dice: “Si estás dando frutos, prepárate para las pedradas”. Lo más probable es que en tu vida de oficina, habrás conocido a más de algún Godín que demuestra su desprecio por quien tranquilamente saca su chamba a tiempo, se la rifa haciéndola bien y aún le queda tiempo para socializar, consultar sus redes sociales y disfruta de sus sagrados alimentos en menos de los 30 minutos reglamentarios. Bueno, pues esas personas de pobreza intelectual son incapaces de reconocer como válidas las ideas de sus compañeros, pues creen que los están humillando, y nel, lo único es que, en sus desamuebladas cabecitas, con tanta rigidez y uniformidad, las personas que le echan fibra al empleo no son compatibles entre sus finas amistades, ¡la verdad es que, con esos tipos de compañeros, uno ni necesita enemigos!
A veces me preguntó, ¿por qué se les cae el mundo oficinista por cualquier cosa? Y pior aún, si no está bajo su control, neta que es una pena verlos de capa caída, todo agüitados, pero sin dar su brazo a torcer, pues fingen compartir los éxitos y logros de los demás, aunque por dentro se los esté llevando el chamuco del narcisismo por la envidia de observar las felicitaciones que el jefe hace. Esa terquedad de siempre pensar que ese compañero es una amenaza, que sus intenciones buscan desacreditarlo o ponerlo en ridículo en público gracias a lo cumplido que es con las labores encomendadas; es muy probable que se crea empático e intente fomentar el trabajo en equipo, hable de tolerancia, haga la mimesis de que escucha ideas, mientras su ego las juzga, mas ni siquiera dedica tiempo en saber qué quieren decirle a los demás.
No pueden ser lobos vestidos de cordero, pues los lamentables sentimientos de inseguridad y desconfianza que experimentan ante los compañeros de la chamba que les va bien, los hacen considerarse inferiores, razón por la cual buscan de cualquier forma coartar la creatividad y potencialidad de los otros. Así de tóxicos son, pues como ya te habrás dado color, a pesar de que sean peras o manzanas, no experimentan la empatía por quienes sí la arman chido en sus labores, por eso optan en juzgarlos como si se tratasen de golpes de suerte.
Híjole, con esta lectura creo que ya les has puesto nombres y apellidos a tus cuates de la chamba que presentan tan estólidas características. ¡Calmantes montes, alicantes pintos y pájaros cantantes! Pueque tú podrías ser uno de ellos tambor.
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