Por Mtra. Ruth Holtz
Los medios de comunicación se han revolucionado con el progreso de la tecnología. ¿Estamos mejor comunicados hoy? ¿Tenemos mejor acceso a lo que otros nos aportan? ¿Cómo ha repercutido todo esto en las relaciones humanas?
Por un lado, sabemos que el mundo se ha hecho accesible. Podemos comunicarnos con quien sea, a dónde sea, pero ¿qué es comunicar? Recibimos mucha información en internet, sobre un tema hay innumerables aportaciones y hay que tener un criterio formado para escoger. Puedes perderte en un mar de información. Los medios digitales se reducen a comunicaciones por escrito, imágenes y la persona detrás de la información no está tan presente o lo hace a través de una cámara, en el mejor de los casos.
Sin embargo, nos encontramos con que las personas en su vida cotidiana ven más su pantalla que a los ojos de las personas que aman. En las reuniones, la atención es parcial porque está dividida entre ver la pantalla y contestar a otros en línea, intentando estar presente y “conectado” con los que tienes físicamente junto de ti.
Hace poco fui al parque con mi hijo, estando con él en los columpios, una bebé sentada en las piernas de su madre que estaba en un columpio, reía conmigo. Su mamá no se percataba de nada porque estaba viendo la pantalla de su teléfono. ¿Con quién prefería ella estar conectada?
Aunque hay otros motivos de desconexión emocional, ciertamente internet y toda la tecnología relacionada con esta herramienta ha favorecido que la gente pueda “huir de sí misma”. Y este es el punto clave, las personas se desconectan emocionalmente para huir de sí mismas, o porque ya no saben cómo estar consigo mismas sino es a través de llenarse de sonidos, imágenes e información, que le dan ya procesada la búsqueda de respuestas que buscaríamos “pensando”. La gente ya no piensa, repite lo que las redes le dicen que piense. Hay sobre oferta de procesos que resuelven todo, que anticipan lo que necesitas y si no quieres esforzarte en investigar, le preguntas a la Inteligencia Artificial y ya. Pero eso nos ha limitado a usar nuestros propios pensamientos.
Todas estas herramientas no son malas, sólo están y somos nosotros los que les damos un lugar u otro en nuestras vidas, y les permitimos que suplan áreas que no deberían suplir. Dejar de investigar, de leer mucho antes de llegar a una conclusión, dejar de pensar lo que te pasa o necesitas en lugar de “cochearte” con las “master class”, dejar de estar con tus amigos físicamente para sustituirlo por chats. Estar en un evento presencial, pero tomar fotos para vivir de los “like” y compartir con los del chat, mientras tienes una atención parcial a los que están físicamente contigo o también distraídos con sus pantallas. O padres que suplen la disciplina con ponerle el celular o la tablet a los niños, y que no tienen una autoridad para educarlos. “Cuidar” de tus hijos mientras miras tu pantalla, en una atención parcial, dejando que estén realmente solos. Todo eso ha tenido consecuencias en nuestra forma de relacionarnos.
Todos necesitamos contacto físico, que nos miren y conecten emocionalmente con nosotros, que nos aprecien, que nos comprendan y sean empáticos con nuestros asuntos. Todos requerimos compañía y poder compartir. Ante la carencia de relaciones con conexión emocional o en las que se han generado experiencias traumáticas, es decir, de violencia, abandono, desprecio, abuso u otras conductas disruptivas de parte de quienes se esperaría apoyo y amor, entonces la desconexión emocional se vuelve una constante.
Vivir desconectados emocionalmente es sumamente insatisfactorio porque no podemos sentirnos realmente acompañados, abrazados por otro, comprendidos y “presentes”, pues la presencia de un ser humano, su identidad, su existencia se hace patente ante otros que lo “ven”, “lo presencian”.
La desconexión emocional de esta era favorece más huir de uno mismo cuando la razón es, además de aquella forma de relación superficial de quien no puede dejar de ver su pantalla, la de haber sufrido una experiencia traumática. Y allí entramos todos. Que algo haya fallado en nuestra crianza, que por nuestro carácter o porque nuestra familia es disfuncional por adicciones, violencia, abandono, pobreza, etcétera, es lo que desconecta aun más el corazón de sentir.
La desconexión emocional es cerrar el corazón a sentir la necesidad de estar conectado a los demás en una mutua confirmación de presencias que se sienten, se perciben, se reconocen que son tales personas y que influyen en otros. La conexión emocional es fundamental para lograr el amor. De otra manera los individuos se sienten tan individualizados, tan encerrados en sí mismos, vacíos que pueden tener todo tipo de reacciones de energía emocional que tiene que salir como ansiedad, depresión, agresividad, déficit de atención, hiperactividad, indiferencia, desinterés por las personas, por lo vivo.
Intentemos dedicarnos a estar unidos de corazón. Y si ya no sabes cómo conectar con tu corazón, si al hacerlo vienen todas las emociones no tramitadas, el dolor de tus traumas o de insatisfacción, si no soportas estar solo y menos aún te amas a ti mismo, entonces empieza a cambiarlo con el taller “Recobra tu corazón” que será el viernes y sábado 1° y 2 de diciembre. Inscríbete.
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