Por José Alberto Enciso Reyes
La Organización Mundial de la salud (OMS) “estima que el 35% de las mujeres de todo el Mundo han sufrido violencia física y/o sexual por parte de su compañero sentimental o violencia sexual por parte de una persona distinta a su compañero sentimental en algún momento de su vida”. Sin embargo, algunos estudios nacionales demuestran que hasta el 70% de las mujeres han experimentado violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental durante su vida.
De acuerdo con el informe de Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el fenómeno de la agresión a mujeres persiste a pesar de la aprobación de leyes severas para frenarlo; considera que la problemática se ha convertido en una crisis severa. En relación a México, el problema del feminicidio y la violencia contra la mujer está representando niveles epidémicos, muchas veces relacionado con el crimen organizado.
Si bien es cierto que la violencia se ha acrecentado en todas las entidades federativas de la República, Colima representa uno de los estados más violentos: de acuerdo con el Observatorio del Feminicidio, en Colima, tan solo en los últimos años se tiene registrado un incremento del 450%, situando una tasa de 5.5 feminicidios por cada 100 mil habitantes en nuestro estado, donde el principal motivo lo representa la celopatía patológica (donde se mata a la mujer por sospechas de infidelidad).
El grupo de edad más vulnerable lo representan mujeres de entre 21 y 40 años, ya que constituyen el 41% de las víctimas. Un dato por demás significativo es que la mayoría no tienen la primaria concluida, apenas habían terminado la educación básica; es decir, el feminicidio recae en mujeres con baja escolaridad, lo que sugiere que la ausencia de educación puede ser un factor que impide que adviertan los peligros y riesgos de una relación violenta.
Especialistas señalan que los modelos de pareja y familia mexicana favorecen las relaciones violentas, donde el hombre ridiculiza en público a la mujer o desautoriza su opinión frente a los hijos; cuando en los hogares se obliga a las hijas a atender a los hermanos o bien cuando hay poca comida en casa y se da preferencia a los hombres, prácticas que permiten y construyen relaciones en las que constantemente se humilla a la mujer.
Diversos estudios en la materia señalan que la violencia ocurre con mucha más frecuencia entre las parejas adolescentes y que es justamente en el noviazgo donde inician a desarrollarse una serie de conductas antisociales que traen consigo graves consecuencias en la salud física y mental de los adolescentes.
Dichos estudios han reconocido que la violencia durante el noviazgo está relacionada con una serie factores individuales, entre ellos resaltan: baja autoestima, depresión y ciertas conductas de riesgo, como lo representa el consumo de alcohol y el inicio temprano de las relaciones sexuales, patrones psicodinámicos de una conducta que pudieran trasladarse del noviazgo a la vida marital.
Es importante considerar que la adolescencia representa una etapa transicional de madurez multidimensional hacia la edad adulta, lo que supone la existencia de una mayor dificultad para poder comunicar, identificar y expresar emociones, así como las pocas herramientas existentes para manejar y enfrentar los diferentes problemas relacionados con el noviazgo, lo que genera una serie de mecanismos inadecuados para poder expresarse, tales como abuso físico o emocional, que en la psicodinámica del noviazgo funge como medio habitual y repetitivo para mantener una relación que contribuye a presentar una percepción reducida de que las agresiones son un simple juego o broma.
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