Por Marcial Aviña Iglesias
Llega esta época en la que las neuronas de muchos se distraen con interrogantes tan existenciales como esa de ¿cuándo será la posada de la chamba? ¿Me irá a tocar en la rifa del intercambio el pinche huevón de Narciso? Son tiempos de esa dinámica de “El Amigo Secreto”, a pesar de que los 11 meses anteriores ni se soportaban y ahora sí, hasta buscan la taza que identifique al “amigo”, los calcetines de Dragon Ball que tanto le gustan y no puede faltar la ropa interior en color amarillo pa’ que no le falte el dinero o la roja pa’ que ese compañero o compañera que ni en kermés se casa, por fin lo haga. A quien firma lo que escribe, ni la va ni viene lo de las posadas, pues desde la infancia aprendió que los festejos no eran eventos de gran trascendencia ni mucho menos vitales, es más, ni eso de los cumpleaños, tan así, que a la edad de 6 años llegué decirle a mi madre, que los acaudalados que celebran sus años de vida están peor que nosotros, pues ellos acumulan años y nosotros no.
En nuestro país las posadas – ¡las originales, no esa pachangona etílica que se está imaginando! -, son de gran tradición, significan el preludio de la celebración de la fecha en que se supone nació el hijo del Dios de los cristianos, esas festividades que inician el 16 y concluyen la noche del 24 de diciembre. ¿Sabían ustedes que, durante este mismo mes los aztecas festejaban la llegada del Dios Huitzilopochtli?, nada más que para ellos, el mes de diciembre se llamaba Panquetzaliztli, la celebración comprendía 20 días, en los cuales colocaban banderitas en árboles frutales, estandartes en el templo principal, se escenificaba la tranquiza que la citada deidad les propinó a los 400 huitznáhua y la Coyolxauhqui, en fin, era un abridero de pechos para extirparles el corazón y ofrendárselos al Sol. (ideas mal tomadas del hermoso texto del Boletín Informativo UAEH No. 717, Dirección de Comunicación Social, 20/Diciembre/2022).
Los horrorizados españoles cambiaron esa tradición por las llamadas “misas de aguinaldo”, que fueron mutando hasta romper la piñata, tomar ponche de frutas con pasas adulteradas, recibir unas bolsitas llenas de colación de dulces y frutas, no sin antes cantar esa rolita de: “Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón, que, aunque es pobre la morada, la morada, os la doy de corazón”. Pero creo que hoy, a alguien se le ocurrió decir que su casa no es mesón, los santos peregrinos se siguieron adelante, y le abrieron al temido tunante que cambió estos canticos y las velitas por unas cuantas canciones reguetoneras con todo y perreo al calor de las micheladas. Mas noleaunque, mientras en mi interior escuche a la conciencia decir: “Una bella pastorcita, que camina por el río y como bella rosita va cubierta de rocío”.
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