A los que se fueron, pero se quedaron en nuestros corazones
Por Marcial Aviña Iglesias
Hilario y Don Olegario platican allá en ca’ Juanita, dicen que ahora este año, “se ha jubilado gente que otros años no se jubilaba”, fíjate que a uno de mis excompañeros le organizaron un guateque de esos tipo barriada, sí, con música en vivo, tacos de canasta, globos de colores y cordeles de banderitas con la foto del homenajeado; mientras otros se pelaron en la pura ignominia, sin hacer ruidito, de esos que calladitos se ven más chulos, pos luego andan de habladores diciendo que todos esos años que les ofrendaron al jale, en donde se quedó parte de su juventud, ya ni la amuelan y, ¿qué, trabajaban de a grapa? Nel, cada quincena les llegaba su billetote.
Mi abuela cuando le regalaban un gatito, inmediatamente les embarraba las patas con manteca, para que no se fuera de casa, y si se iba por las ganas de … eso les hacia volver, así, los que chambean, siente al jale como su segundo cantón y pos… resulta imposible de que se jueran si las amistades y el ambiente laboral son la manteca embarrada en el corazón, se imaginan perderse esas bonitas mañanas, después de viajar de mosca en el camión o de columpiarte cual campana en los pasamanos del endiablado vehículo, bajarte de él, persignándote como agradecimiento de que llegaste enterito y ahí en tu oficina te espera la chorcha y guasa de los cuates.
Cuates, ahora que van a estar de vacaciones permanentes, no se me aburran, hagan su lista de prioridades, así como Jack Nicholson y Morgan Freeman en esa película de Rob Reiner, llamada “The Bucket List”, en la cual deciden hacer todas esas cosas que siempre desearon hacer, digo, ahora que tienen más tiempo.
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