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COLUMNA: Cotidianas

Por EFE Feb14,2024 #Opinión

Heredarán la tierra

Por Jorge Vega

Las nuevas generaciones me gustan. Es como si hubieran nacido en otro país, con sus modas, sus propios rituales, sus asombros, sus enamoramientos por una comida o una canción y sus odios sin odio, por las orillas del pan de barra o por algún tipo de papas fritas.

Hablan como personajes de las series de plataformas como Netflix, HBO o Prime, con subtítulos y movimientos de cámara. Incluso, cuando algunos quieren decir una palabra de las llamadas altisonantes, suelen pronunciar en su lugar un bip de autocensura.

Igual que nuestras generaciones, también han inventado su propio lenguaje. Dicen que sienten “cringe” en situaciones que les dan pena o “nurfear” cuando hablan de quitarle a alguien parte de su fuerza o poder para tener una competencia más justa.

Su expresión clásica, por ahora, es “aesthetic”, cuando quieren referirse a algo que les gusta, que no es muy “rancio”, como también dicen, sino que es más bien “piola”. Son la tercera generación de gringos nacidos en México, parafraseando a José Agustín.

No les conmueven o enojan los problemas de sus papás o abuelos, aunque sí les duele la injusticia y les llama la atención las telenovelas colombianas, turcas y de Corea.

Aprenden del Tik Tok, de YouTube, de Instagram. No han tenido aún su primera prueba de fuego como generación; todavía están sin usar, casi recién desempacados del cielo o de donde sea que vengan o nazcan las almas.

En el libro “Un curso de milagros” hay una frase que alimenta mi gusto por las nuevas generaciones. Dice: “Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe. En esto radica la paz de Dios”. Si esto es verdad, entonces muy pocas cosas por las que hemos luchado o apostado que valen la pena.

Significa, al menos en teoría, que todo es posible. Si nuestra forma de ver y entender la realidad, la vida, les deja indiferentes o no existe para ellos, ellas, elles y los no binarios, entonces no es real, no es una Verdad sino un sueño colectivo que hemos mantenido por inercia durante décadas.

Sus retos, sus sueños son otros. ¿Qué enfrentarán una vez que despeguen la vista del celular, cuando hereden la tierra? Seguramente no lo harán mejor que nosotros, pero valdría la pena atestiguarlo.

Espero que la luz del entendimiento les ayude a seguir avanzando una vez que el peso del mundo recaiga en sus hombros. Deseo de verdad que su país se acerque más a lo que es real, que no haya en él tanta violencia innecesaria, tanto dolor sin sentido como el que vivimos ahora.

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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