Por Mtra. Ruth Holtz
Todo adulto lleva un niño adentro. En el fondo de su corazón desea divertirse, jugar y entregarse al placer de la vida. Le gustaría ser protegido y que ya no hubiera problemas. Ser osado y espontáneamente amoroso sin que le importe el qué dirán. Soltar su creatividad y disfrutar de su imaginación sin tener que estar siempre siguiendo una rutina. Reír, ser flexible y tomarse la vida menos en serio, más como una exploración que desafía sus sentidos y le llena de preguntas.
Recobrar todas estas cualidades de nuestra infancia es posible. Para ello necesitamos sanar las heridas de ese tiempo, las relaciones con nuestros padres y quizá también reconciliarnos con la vida que llevamos hoy. Y es que cuando el diario vivir no da espacio para la parte lúdica, jocosa y alegre de nosotros mismos, cuando no podemos darnos permiso de ser como niños cuando la ocasión lo amerita o buscar los momentos de dejar la seriedad y la responsabilidad excesiva y soltarnos, pues vamos muriendo en nuestro corazón.
En nuestro interior somos niños juguetones que le ponen buen humor a las circunstancias y que vuelven más ligera y llevadera la vida. Si tú has perdido la conexión con tu niño interior, recóbrala. La psicoterapia puede ayudarte a vaciarte de la amargura, de la actitud estricta hacia ti mismo, de la dificultad para relajarte y simplemente disfrutar del fruto de tu trabajo, como un niño, sin preocupación alguna, alegre y complacido.
Algunas personas son, en su corazón, niños lastimados, con miedos o abusos que deben terminar de doler. En la psicoterapia hacemos ese “viaje en el tiempo” para encontrarnos con el niño que fuimos y ofrecerle nuestra visión de adultos para sanarlo con amor “como si fuéramos nuestro propio padre y madre”, acaso haciendo lo que nuestros padres reales no pudieron. Se trata de reparar el daño en nuestro corazón porque hay tanto que gozar en la vida. Vivir con pasión, con entrega, con intensidad es posible sólo si sanamos nuestro niño interior y recobramos las cualidades de seguir siendo ese niño en un cuerpo de adulto que puede mediar la responsabilidad y la excelencia, con el disfrute y la libertad de ser cómo quieras ser, sin miedo, explorando, divirtiéndose. Al fin y al cabo ya también somos adultos que podemos acomodar las cosas, determinar los horarios, los momentos y hacer un balance maduro entre la vida, sus exigencias, sus alegrías y placeres.
El problema de no poder recobrar nuestro niño interior es que podemos vivir nuestras relaciones de pareja esperando que ésta supla nuestra necesidad infantil de una madre o un padre amoroso, que nos cuida y nos reconoce. Pero buscar en la que debe ser una relación entre adultos, una relación de mamá-hijo/a o papá-hijo/a, lleva generalmente al conflicto, a la inestabilidad, a reclamos que no son realmente hacia la persona que está con nosotros sino hacia nuestros padres. Vemos tristemente en las terapias de pareja a niños queriendo obtener de su pareja lo que a ésta no le corresponde y a su vez teniendo en muchos casos, no en todos, una reacción también infantil. Es mejor asistir a una psicoterapia para recobrar nuestro niño interior para que el adulto pueda ser un adulto libre, amoroso, juguetón, alegre, pero responsable, equitativo, honesto, dispuesto a luchar codo a codo con su pareja en vez de exigirle que le materne o le paterne.
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