Por José Luis Negrete Ávalos
Es interesante observar el frenesí que se da en los distintos institutos políticos que engloban el sistema de partidos en nuestro país, durante las fechas específicas que destacan el registro de las fórmulas que participan en la contienda electoral, tanto a nivel federal como local este 2024.
Contienda que se encuentra desarrollándose a nivel federal desde hace un mes, mientras que en los Estados los procesos han iniciado hace poco, como en el caso del territorio colimense, donde la etapa de registro a diputaciones locales, regidurías y ayuntamiento, se estableció del 1 al 4 de abril de acuerdo al Instituto Electoral del Estado.
El arranque de campaña de estas fuerzas políticas y de quién representa su postura, lleva consigo la tarea inmediata de buscar la preferencia popular en los barrios, colonias y comunidades en los que se divide el mapa electoral.
Una lucha constante, el ir y venir de diálogo y argumentos, que se repiten bajo el esquema de acercar y agradar, un efecto de presentación del mejor proyecto desde la propia perspectiva de quien la oferta, y la duda del probable votante, pero ¿qué tanto queda de ese impulso en la realidad en la definición de quienes asumen finalmente la responsabilidad del ejercicio público?
Será preciso observar al término de esta contienda el cumplimiento de esa oferta ganadora, sea cual sea la procedencia ideológica, debe y tiene que existir un punto medio en el cual lo declarado en el proceso electoral sea un vínculo tangible con la sociedad, que espera una vez más, si no la respuesta exacta, sí el mayor esfuerzo por los representantes en cada uno de los niveles de gobierno, tal vez un sueño, tal vez un hecho que pueda enfocarse correctamente fuera de todo interés particular.
Para respetar el enfoque que entiende la política en su forma adecuada, buscar el bien de la sociedad y de los individuos en un proceso continuo de prueba y error; que no se desvié hacia el daño directo a la sociedad, es decir, concretar el paso de las palabras a los hechos, de las promesas a la realidad, del discurso a la acción; eso representa el anhelo de una verdadera oferta política.
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