Por Laura P. Gutiérrez
El arquitecto japonés Shigeru Ban no es conocido por ser el arquitecto de las estrellas, sino todo lo contrario, ya que ha dedicado gran parte de su carrera a reconstruir para víctimas de desastres naturales o conflictos, lo que le valió uno de los mayores galardones de su campo, que “envidiaba” a sus coetáneos y reafirmó su carrera entre lo artístico y humanitario.
“Recibir el Premio Princesa de Asturias de la Concordia fue muy alentador para mí. Como arquitecto puedes recibir este premio por tu arte, pero yo fui el primero en recibirlo por la paz”, destacó Ban (Tokio, 1957) en una entrevista concedida a EFE durante su paso esta semana por Bruselas por el Festival de la Nueva Bauhaus Europea.
Ban recibió el Premio Princesa de Asturias de la Concordia en 2023, pero antes ya se había hecho con el Premio Pritzker 2014 -considerado como el “Nobel de la arquitectura”- y grabó así su nombre en la selecta lista de arquitectos japoneses laureados con el prestigioso galardón.
Tras recibir ambos reconocimientos, que Ban considera que no son mera decoración, el artista señaló que “ya no se siente inseguro” sobre su particular trayectoria en la arquitectura y que lo animaron “a continuar y seguir haciendo lo mismo”.
“El gran efecto de recibir un premio como el Pritzker fue algo muy simple, incluso para mí. Solía tener envidia de otros arquitectos de mi edad que tenían grandes proyectos o premios. Pero después de recibir el Pritzker, ya no siento esos celos”, bromeó el arquitecto tokiota.
Además, Ban -quien fue miembro del jurado del Pritzker de 2006 a 2009- destacó que estos premios “cambiaron drásticamente” su criterio de selección después de que él lo ganara, pasando a reconocer más “el trabajo para la sociedad” frente a la anterior tendencia de otorgar el premio a “arquitectos estrellas”, un grupo con el que Ban aseguró no identificarse.
Aunque la arquitectura de Shigeru Ban también está dedicada a proyectos considerados como la élite de su especialidad, pues ha firmado un museo como el Centro Pompidou-Metz o el pabellón de Japón en la Expo 2000 de Hannover, gran parte de su trabajo no se puede visitar y desaparece cuando sus clientes ya no lo necesitan.
Por ejemplo, los refugios de emergencia construidos con tubos de papel en la guerra civil de Ruanda (1999), la catedral de cartón tras el terremoto de Christchurch en Nueva Zelanda (2013) o su sistema de crear “paredes” dentro de los centros de evacuados del terremoto de Japón (2011), bajo su premisa de considerar la privacidad “como el derecho humano más básico”.
Ban también cuenta en este momento con proyectos en Ucrania y reconoció que son “difíciles” al no poder visitar con la suficiente frecuencia el lugar de los hechos, sumado a la necesidad de establecer relación con los arquitectos locales y a la falta de presupuesto.
“He estado hablando con el Gobierno japonés y no me apoyan mucho. Dijeron que hasta que termine la guerra no podrán ayudarme”, destacó Ban, que aseguró también que está planeando con socios de El Cairo una futura conferencia para esta primavera acerca de la reconstrucción de Gaza.
“En realidad, para mí no hay ninguna diferencia entre mis trabajos por encargo y los proyectos en desastres. La única diferencia es que por estos últimos no me pagan nada. Mi interés y mi entusiasmo son los mismos, incluso la satisfacción que obtengo es la misma”, subrayó Ban.
El arquitecto considera que “cada vez hay más catástrofes”, de hecho, reconoce que con el tiempo está «más ocupado» con los proyectos de arquitectura para las emergencias.
Una arquitectura que también ha de ser “bella, segura y práctica”, un aspecto básico para construir incluso cuando se trata de estructuras que por definición son efímeras.