Sáb. Nov 23rd, 2024

COLUMNA: Tejabán

Por Redacción Abr22,2024 #Opinión

Estos días

Por Carlos Ramírez Vuelvas

Hay días que son las palabras de consuelo de una abuela hablando a su nieto adolescente, la limpieza del río que acaricia las piedras hasta dejarles el alma clara y transparente como los recuerdos de la infancia.

Quiero decir que hay días apacibles y tiernísimos: la tenue floración roja de las tardes sobre el mar, cuando sólo hablas de las cosas, mientras la brisa hace lo suyo en tus mejillas y el rumor del agua, a lo lejos, arrulla los problemas consuetudinarios en su hamaca fresca de sueño y maravilla.

La sonrisa de mi hija después de anotar una canasta jugando basquetbol, los momentos que seguro llevaré amorosamente a todos lados, incluso cuando no exista ningún lado.

El pasto recién cortado los domingos, dispuesto a recibir, íntegro, este sereno del invierno. Y al fondo de la estampa mi mujer con una cafetera francesa humeante de terruño, de Manantlán o de Cofradía.

Quiero decir que hay días que avanzan lentos, esas nubezasas de primavera, muy ocasionales, bajo el cielo del color azul que solo Alejandro Rangel Hidalgo pudo imaginar, pintar, crear.

El ojo del sol que los ilumina, los enciende, los acaricia, los templa.

Días reconcentrados, ovillados como la marisma que no se decide volver al océano de casa o mirar a las personas con la sorpresa de un regalo imprevisto y deseado.

Días guardados en una taza de café, en un mezcal de besitos, en un carajillo a las seis de la tarde.

Ya sabes, hablo de esos días tenues como una oblea color rosa, como la mentira piadosa, como el zacate de limón.

Son días que a veces se pierden en el galope violento de los otros días, de las maldiciones al jefe detrás del escritorio, de las lluvias no pronosticadas y tacones con fango, los días de pura furia en el transitar equivocado de los hechos.

Los gritos inoportunos mientras lees un poema, el regurgitar del estómago en una reunión de trabajo, el golpe del meñique del pie izquierdo sobre la mesa, el golpe de la cabeza sobre el filo de la puerta. 

Una podadora bien dispuesta a explotar su motor contra la cara de tu clase sobre poesía francesa del siglo XIX, la caída en bicicleta cuando presumías a tu primera novia que podías, sin problema, subir la cuesta de La Cumbre. 

Días aún oscurísimos, cuando dios nos da la espalda y aparece el meme: ya sé que me consideras el mejor de tus guerreros, pero dame chance… Ya déjame, Señor, mejor búscate otro… Ya deja, dios, de darme tus peores batallas.

Pero hablo de estos días milagrosamente suaves, en los que puedes dejar la cabeza como sobre un almohadón de plumas, tomar de nuevo la novela inconclusa y desear en tus adentros que no se acaben estos días, temeroso de que vienen ya, con su avalancha de acero, el peso insoportable de los otros días.

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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