Por Mtra. Ruth Holtz*
Si bien es deseable conservar la espontaneidad y la alegría de vivir de un niño o su libertad para desprenderse de las preocupaciones y sólo disfrutar del momento, no así el quedar atrapado en nuestro niño herido. Gran parte de los problemas emocionales por el que cursa un adulto son generados por conflictos, desazones y heridas generadas en la niñez.
También la inmadurez que se manifiesta como egoísmo y una actitud “como si” todo fuera por causa nuestra o en función de nosotros es parte de estar atrapados en nuestras actitudes infantiles.
Niños abandonados en su infancia por uno de sus progenitores o de ambas, son adultos excesivamente necesitados de afecto, de una autoestima que busca afanosamente el reconocimiento, así como una incapacidad para ser sensibles.
Niños violentados en sus primeros años, se vuelven los abusadores posteriormente y perpetúan su venganza al opresor, oprimiendo a otros.
Niños que fueron excesivamente mimados, pero que en el fondo no se preocuparon por ellos, por hacerlos autónomos y auténticos, sin buscar el placer, sino la verdad, son de adultos arrogantes y despreciadores de otros y poco mansos, sin capacidad de adaptación a situaciones difíciles o escabrosas.
Niños que fueron el pretexto para que sus padres se unieran, viven de adultos siendo intermediarios entre sus familiares, amigos, compañeros de trabajo o su pareja, sintiendo frecuentemente miedo a que prescindan de ellos.
Nuestro niño herido pervive en nuestro interior como esa parte que nos vuelve vulnerables cuando decidimos sentir, amar, confiar o simplemente cuando expresamos nuestras emociones.
Curar ese niño herido significa en un primer momento poder comprender la circunstancia que nos ató en nuestra infancia a esos recuerdos, desahogar el dolor, perdonar a quienes nos fallaron y perdonarnos por no haber sido ese niño que se esperaba o que acaso nosotros imaginamos que eso querían de nosotros. Un vicio infantil es creer que si algo sale mal se su culpa. Pero no, los adultos que nos cuidaron también tienen parte y es así como debemos liberarnos de las responsabilidades que no nos corresponden, comprendiendo, amando y perdonándonos en primera instancia a nosotros mismos.
Desahogar el dolor en la contención de un espacio psicoterapéutico, en compañía de un psicoterapeuta que reciba y sienta con nosotros nuestra emoción permitirá convertir la herida en experiencia, una vez liberada la energía emocional bloqueada. Así también nuestro cuerpo, que se involucra con tensiones musculares y estrés, se verá descargado. Después es cuestión de que esa energía y esas emociones sean encauzadas a nuevos objetivos en un proyecto de vida adulto, libre y voluntario.
* Tels. 312 330 72 54 / 312 154 19 40 Correo: biopsico@yahoo.com.mx
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