Blanco y negro
Por Jorge Vega
Siempre me ha fascinado el proceso de cómo percibimos el mundo y lo que hacemos finalmente con esa percepción. De niños, sobre todo en los primeros 5 años, percibimos un mundo más grande, luminoso y vibrante que después, en la edad adulta. Era posible ver en nuestros ojos ese vacío luminoso del que hablan los místicos.
De niños estuvimos conectados a la fuente, a la tierra, antes de que los mayores nos dijeran qué ver y cómo deben llamarse las cosas.
Me fascina el proceso que ocurre en el interior de cada uno de nosotros. Cómo es que de percibir en un principio un mundo luminoso y vivo, algunas personas terminan volviéndose poetas, otros místicos, filósofos, religiosos, y la gran mayoría suele convertirse en amas de casa, oficinistas, administradores, soldados, policías, comerciantes o sicarios.
¿Qué ocurre en el ser de cada uno para olvidarnos de esa primera plenitud? ¿Es la lealtad a la tribu? ¿Miedo a la vida? ¿Cómo es posible que después de atestiguar la luz de la conciencia terminemos siendo, por ejemplo, partidarios fanáticos de Xóchitl, de Claudia, de las Chivas Rayadas, del América o de Peso Pluma?
¿En qué momento empezamos a creer que nuestra pequeña foto en blanco y negro es la realidad universal?
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