Por Ishmael Sallieu Koroma
Se ha convertido en una imagen común en la capital de Sierra Leona: jóvenes que andan como zombis, tirados en calles sucias, moviendo la cabeza frenéticamente, colocados por una nueva droga sintética -el kush– de consumo tan extendido, que el Gobierno declaró una “emergencia nacional” para frenar su uso.
“Es una situación mala. La gente no se siente cómoda a mi lado. Me llueven insultos a diario”, dice a EFE Solomon Clarke, de 27 años, que se reconoció adicto de esta droga.
En el kush, una combinación de varias sustancias químicas muy adictivas -incluido el fentanilo- con unos efectos parecidos a los del cannabis, este joven encontró una ayuda para soportar mejor la vida en las calles de Freetown.
Es huérfano y duerme al aire libre en el mercado callejero de Krootown, en el oeste de la ciudad.
“Empecé a tomar kush para aliviar mi estrés. No tengo a nadie. Nadie puede ayudarme, así que necesito tener valor para sobrevivir en la calle. Cuando tomo kush, siento que lo tengo todo. Es como si mi familia estuviese otra vez cerca de mí. Mis sueños se hacen realidad”, explica este joven.
Sin embargo, Clarke se arrepiente de haber empezado a consumir esta droga.
“Ahora, ningún ser humano quiere sentarse a mi lado. La gente está alejándose de mí. No sabía que el kush me afectaría de esa manera”, confiesa.
Muchos amigos de Clarke han muerto, probablemente por el consumo de esta droga. No existen cifras oficiales de muertos, pero funcionarios de la morgue pública de Freetown aseguran haber contabilizado más de 30 cadáveres de jóvenes no identificados en los últimos meses.
Los enterraron en una fosa común, lo que provocó las protestas de algunos ciudadanos.
¡Ya es suficiente!
El director de atención hospitalaria del Hospital Psiquiátrico Universitario de Sierra Leona, el doctor Abdul Jalloh, explica a EFE que tiene 147 pacientes en sus instalaciones, la mayoría adictos al kush u otros estupefacientes.
Los trabajadores del centro intentan desintoxicarlos y brindarles psicoterapia, además de enseñarles nuevas habilidades para que puedan reconstruir sus vidas, pero Jalloh lamenta la escasez de medios.
“Tenemos mano de obra limitada, medicamentos psicotrópicos limitados, financiación limitada, abandono de pacientes por parte de familiares, suministros médicos limitados…”, reconoce.
Ante este escenario, el presidente del país, Julius Maada Bio, declaró una “emergencia nacional” el pasado 4 de abril.
“¡Ya es suficiente! Este kush mortal, que no conoce fronteras de clase, etnia, género ni religión, está cobrándose un precio devastador en nuestras comunidades, destrozando familias y privándonos de futuros líderes”, -exclamó Bio esa noche en un discurso televisado dirigido a la nación.
La “alarmante tasa de mortalidad de nuestros jóvenes debido al uso adictivo del kush ya no es aceptable”, aseveró el presidente.
El primer paso del Gobierno de Bio ha sido la creación de un Grupo de Trabajo Nacional sobre Drogas y Abuso de Sustancias que, a través de programas escolares y campañas comunitarias y en los medios de comunicación, busca “empoderar” a los jóvenes “con el conocimiento y las habilidades que necesitan para tomar decisiones saludables y resistir la tentación de las drogas”.
El activista de la sociedad civil y director ejecutivo de la organización Mental Watch Advocacy Network, Hassan Ibrahim Koroma, ha acogido con satisfacción la medida del Ejecutivo sierraleonés.
“Es necesaria la intervención del Gobierno en esta epidemia de kush”, asegura a EFE Koroma.
Sin embargo, también lamenta la tardanza de las autoridades en actuar y culpa al Gobierno de haber hecho poco para atajar problemas como el desempleo, uno de los factores que ha empujado a muchos jóvenes a consumir esta droga.
Con unos 8.5 millones de habitantes, Sierra Leona es un país pequeño, pero densamente poblado, que desde 1991 hasta 2001 vivió una guerra civil devastadora, que dejó más de 50 mil muertos.
También soportó una catastrófica epidemia de ébola en 2014, que causó unos 4 mil fallecidos en el país.
Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas, alrededor del 57% de los sierraleoneses tienen dificultades para alimentarse adecuadamente.
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