Por Maestra Ruth Holtz*
¿Acaso uno puede huir de sí mismo? Lo hacemos de muchas formas. La mente es compleja, así que nos dividimos, mandamos una parte al olvido, a la inconsciencia y nos conectamos solo con la parte más “aceptable”. ¿Y quién lo dice? Pues nuestro prójimo, nuestros seres queridos, las personas que nos importan y hasta las que no, a las que llamamos “sociedad”. Y es que el ser humano se forma en la relación con los demás. ¿Quién eres? Toda definición que trates de dar implica la validación de otro, la conexión con otros. El bebé encuentra quién es en la mirada de su madre, el niño descubre cómo ser en la aceptación y el rechazo de sus padres. No somos un “yo” sino en la relación con un “tú”. Somos seres sociales y nuestra mente, si ha de ocultar algo, es porque produce dolor, y éste es una experiencia que aprendemos a manejar en la relación con los demás.
Huir es un mecanismo de defensa, una forma de evitar el dolor, de evadir emociones que no podemos manejar. También es no dar la cara ante los demás por las implicaciones del asunto que evitamos. Es evitar aceptar la imagen que se han formado de nosotros y que hemos creído que somos. El rechazo a uno mismo es crucial. No podemos aceptar en lo que nos hemos convertido.
Para no sentir dolor, huimos de algo que somos, que lastima o fue lastimado. Huimos de lo que no nos gusta de nosotros mismos porque nos causa problemas en nuestras relaciones o porque no ha dado un fruto adecuado “en el mundo humano”.
Huir es una forma de evitar lo que nos da miedo, de alejarnos de donde está la fuente de sufrimiento: una relación, un problema familiar, reclamos, compromisos que no queremos cumplir… pero huir no resuelve los problemas y hasta puede agrandarlos. Enfrentarlos sería la manera de evitar complicaciones.
A nivel profundo, huir puede producir una división en la personalidad que puede originar distintos trastornos mentales como ansiedad, déficit de atención, explosiones inexplicables de ira o trastornos más graves como la psicosis. El lado oscuro de nuestro carácter es alimentado cuando huimos para no sentir, para no enfrentar, para no sufrir. Esta actitud desconecta el corazón no solo del dolor, sino que insensibiliza otras emociones, incluido el amor. En la psicoterapia, procuramos ayudarte a reconectar con aquello de lo que has huido y amarte a ti mismo. Se trata de descubrir el gran poder de aceptar lo que brota de nuestro corazón, en vez de huir de ello. Lo inaceptable tendrá que ser evaluado y sanado, y lo positivo te hará sentir pleno. Al fin y al cabo, es la finalidad de toda psicoterapia. Obviamente, para ello hay que recorrer el camino de recontar tu historia, ubicar patrones inconscientes, desencarnar del cuerpo la historia inconsciente que da rigidez a la armadura con la que nos protegemos. Y querer abrir el dolor del que hemos huido hasta desahogarlo, asimilarlo y dar nuevas riendas a la vida.
*Psicoterapeuta. Teléfonos: 312 330 72 54 / 312 154 19 40
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