Sáb. Nov 23rd, 2024

COLUMNA: Tejabán

Por Redacción Jun17,2024 #Columna

Memoria kitsch

Por Carlos Ramírez Vuelvas

Recuerdo que veía la televisión con una camiseta de Thunder Cats puesta. Recuerdo que también tenía un par de tenis con forma de carrito o Panam, según las fechas. Recuerdo que en la televisión colimota en ciernes, me gustaba ver el Canal Once, donde se transmitía el programa Cosas de Colima, que dirigía Roberto Levy con un sentido del humor pegajoso. La cortinilla del canal era genial, por su voz desgarbada y antimelodiosa: “Once, once, donde Colima se veeeee”, cuyas sílabas se prolongaban hasta cerrar en un berrido. Recuerdo que ahí mismo veía, cuando me sentía rebelde, a El Cerillazo y aquellas cejas encrespadas de Arturo Hernández que cantaba, detrás del humo de aire comprimido, el éxito de El hombre de la tregua, con un redoble de tambores que recuerdo me recordaban a la canción Botas Negras de Radio Kaos.

Recuerdo que en la radio se anunciaba un concierto maratónico, la primera vez que irían Caifanes a Colima para estrenar una de las tantas remodelaciones del duro de remodelar Auditorio de la Unidad Morelos, donde siempre perdía el equipo de basquetbol, Limoneros. O no siempre perdían: recuerdo unas semifinales contra los lechugeros de Durango, aunque la verdad ahora no recuerdo si ese era exactamente ese el nombre del equipo duranguense. La gente coreaba a gritos y porras el nombre del equipo, y mi padre y sus amigos compraban cerveza cuando yo trataba de mercar una bolsa de papas fritas.

Recuerdo que también veía a Los Palmeros y a un delantero temible, de apellido Moreno, y había otro jugador al que apodaban el Robocop Ramírez. Recuerdo que el dueño del club era don Rafael Rebolledo, propietario de la Tienda del Deportista, que luego se asoció con Jimmy Goldsmith. Recuerdo que Los Palmeros llegaron hasta segunda división nacional y, ese mismo año, regresaron a la tercera de donde, tal vez, no debieron haber salido nunca. En tercera el equipo rebosaba mística; en la segunda compasión.

Recuerdo que yo también jugaba futbol, como defensa. Primero lo hice con el infame Domene, que nunca pasó del tercer lugar de la tabla de posiciones, si se mira la tabla de posiciones de abajo hacia arriba. Después lo hice como delantero para el equipo Halcones. Era un delantero retrasado que jugaba más de 10 que de punta, y que en una ocasión tuvo la oportunidad de empatar al equipo más fuerte del torneo, Campoverde, pero –y esto lastimosamente no lo puedo olvidar– fallé el penal decisivo. Recuerdo que vinieron, en apariencia, tiempos mejores cuando pasé al Estrella Roja en las ligas juveniles.

Recuerdo mi sombra proyectada por un Sol despiadado a las 3 de la tarde, sobre un campo de tierra sólida y salitrosa. Recuerdo casi todos los nombres de los amigos que ahí conocí, y a la gente que dirigía al equipo, encabezada por Edgar Noé Torres Campos, que nos hacía sufrir mientras corríamos por las veredas de La Cumbre. Recuerdo que en una ocasión jugamos en un preliminar de Palmeros. Recuerdo que jugamos en Manzanillo contra el segundo equipo del León de primera división. Recuerdo que ganamos torneos en Guadalajara y en Aguascalientes. Recuerdo el medio campo y la ofensiva tortuosa que armábamos Demy Salcedo, Ernesto Pasarín, Carlos Alcaraz, Tutus Barreto, Martín del Campo, Víctor Hugo Chávez Arcega y yo, como medio de contención.

Recuerdo que el país se paralizaba con el futbol. Los epónimos de los niños eran un montón de jugadores a los que la mano de César Luis Menotti bendijo, hasta que el argentino se cansó de discutir con las televisoras del país. Mal encarados (kilómetros de distancia de Beckham), Claudio Suárez y Nacho Ambríz representaban la versión futbolera de Guadalupe Esparza, que llenó con su grupo Bronco la Plaza de Toros México en el concierto que después sería mi primer CD.

Recuerdo que Colima siempre ha sido grandioso. Recuerdo que me gusta caminar de noche desde el centro de la ciudad hasta mi casa, en las cercanías del que se llamaba Anillo Periférico, y que ha perdido ese mote de modernidad ampulosa para quedar en el predio urbano de la Avenida Felipe Sevilla del Río, donde había un club de fines de semana. Recuerdo todo esto ahora que busco entre las calles los pasos de mi infancia.

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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