Ya es de noche
Por Jorge Vega
Es por la tarde, alrededor de las 7. La calle se ha quedado sola, raro, porque es de las más transitadas de la ciudad. Hacia el rumbo del volcán, varias nubes de tormenta comienzan a agruparse.
El hombre barre la hojarasca de la acera y de la calle. Me llama la atención su seriedad, su tristeza. Berre en silencio, con las ropas limpias y zapatos de salir a la oficina o al trabajo. Debe andar en sus 40.
Después de barrer la hojarasca acomoda sillas blancas en la cochera, mirando hacia el interior de la casa. Sigue solo, sin música, trabajando despacio, eficiente. Luego coloca en el piso 5 velas en vasos de colores formando una cruz.
Saca una mesa y la pega a la pared. Encima de ella coloca 2 ramos de flores y en medio el retrato de una muchacha que sonríe a la lente como detrás de un banco de niebla. Demasiado joven para estar en esa mesa, a esa hora y en un pequeño altar.
El hombre sigue callado, sin mirar a la calle, sin curiosidad. Pienso que tal vez es el papá de la muchacha, el hermano mayor o probablemente era su esposa. Nadie debería morir tan joven, con los cabellos lacios, sueltos. Tal vez en invierno, pero no en estos días de lluvia donde las calles y paisajes reverdecen.
En cuanto el hombre termina de arreglar la cochera comienzan a pasar los autos, como si también estuvieran de luto. La ciudad se ha puesto oscura. Poco a poco comienza a llegar la gente a la cochera, mujeres, hombres, algunos niños. El hombre enciende la luz y el rostro de la muchacha se ilumina.
Una vez todos juntos comienza el rosario, esa música lenta, coral, que habla de tristezas antiguas y tardes sin esperanza.
Ya es de noche. Aún no llueve.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.