Por Adaya González
Además de encarecer los precios y expropiar espacios públicos, la gentrificación y el turismo masivo mellan la salud de los vecinos de algunos barrios, que atraviesan “un proceso de duelo” que les llena de tristeza, estrés, insomnio y trastornos de salud mental, alertaron expertos reunidos en un foro en España.
El término gentrificación o proceso de renovación de una zona urbana que acaba por expulsar a su población original por otra de mayor poder adquisitivo se acuñó por primera vez en los 60, cuando afectaba a los barrios céntricos de las ciudades, pero se ha expandido también a los periféricos.
El resultado es que los residentes sufren un desplazamiento directo, la propia expulsión, pero también simbólico, “el sentirse fuera de lugar”, apunta la experta Esther Sánchez-Ledesma, de la Agència de Salut Pública de Barcelona (ASPB), durante un foro anual hispano luso sobre Epidemiología celebrado en Cádiz (sur de España).
El paradigma de Barcelona
Sánchez-Ledesma es autora de un estudio sobre el efecto de la gentrificación y la turistificación en la salud, centrado en el emblemático Barrio Gótico de Barcelona y realizado en 2018, cuando tenía 23 mil habitantes, de los que dos tercios eran extranjeros.
Cámara en mano, los participantes retrataron la desaparición de sus contactos de apoyo, la desaparición del pequeño comercio y la pérdida de identidad: lo que antes era su barrio, ahora es una atracción turística donde apenas pueden pisar los espacios que antes usaban para el encuentro.
“Si me pasa algo, ¿a quién le va a importar”, se preguntaba una vecina de 72 años. “Es como ser una turista porque te han echado de tu barrio. Te sientes extraña en tu propia calle”, se decía otra de 64. “Te sientes desarraigado cuando estás en la calle porque lo que encuentras es indiferencia”, añadía una última de 67.
Al sobrecosto de vivienda y servicios se suman los problemas de basura y ruido derivados del ocio nocturno, que se traducen en una mayor contaminación ambiental y acústica, lo que a su vez acaba provocando cambios en los patrones de sueño, ansiedad y estrés.
“Es un proceso de duelo, una fractura en tu propia vida. Si me desalojan, me matarían. Mi vida entera está aquí”, ejemplificaba otra participante, de 72 años.
Una brecha de 11 años de esperanza de vida según el barrio
El entorno es tan determinante en la salud que una mejora en el barrio se asocia a una reducción del riesgo de mortalidad y de la incidencia futura a 10 años de diabetes, ictus o enfermedades en la piel, señala Juan Antonio Córdoba, del Servicio Andaluz de Salud.
Aun residiendo en la misma ciudad, los habitantes de las zonas más deprimidas tienen mayor incidencia de enfermedades como infartos, determinados tipos de cáncer, infecciones como el VIH, tuberculosis, diabetes, obesidad o cirrosis.
Las diferencias de esperanza de vida entre un punto y otro de Cádiz pueden llegar a 8 años y hasta 11 en Barcelona.
“Hay que integrar la salud en la planificación urbana y del territorio”, clamó Córdoba, lo cual pasa no solo por implicar a las administraciones, también a profesionales de la salud pública, ha rematado.
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