Una semana difícil
Por Carlos Ramírez Vuelvas
Ha sido una semana difícil. Sabes que ha sido una semana difícil, porque el viernes solo te invita a refugiarte en casa. Te corriges. Te invita refugiarte en tu cuarto y, mejor aún, en la calidez de tu cama. Una semana larga, piensas en tu interior, que cuando marcó en jueves fue ver la luz al final del túnel.
Es viernes por la noche, miras hacia atrás y recuerdas con ufanía haber sobrevivido el paso del lunes, el día de la Diosa para los romanos antiguos (Lunes, monday, el día de la luna, el día consagrado a Hera), el más largo de los 7 días, cuando veías con horror la semana que se avecina, como un pequeño paquebote mira, sorteando la intensidad de la marea, la tormenta.
Piensas en eso mientras preparas un té caliente, a las 8 de la noche de un viernes que termina, pero que para ti, por fortuna, comienza. Solo puedes pensar en estos 2 extremos del tiempo en el que vivimos: el inicio de la semana y el fin de semana, y prefieres que este viernes sea la antesala de un sábado y domingo en la tranquilidad de casa.
Sería maravilloso despertar el sábado un poco más tarde lo habitual, sería maravilloso caminar un poco con el ambiente húmedo y ligeramente frío de la mañana, sería un verdadero placer preparar, con parsimonia, la cafetera y el jugo verde, disfrutar cómo se derrite una tela de mantequilla en el sartén humeante antes de que caiga sobre ella, un par de huevos estrellados que se batirán con sal y jamón de York.
El próximo lunes, el día de la Diosa, será el día de la renovación. Y quién sabe, tal vez, esta semana sea una semana buena, que pase suave y ligera como este viento de otoño que ya comienza a peinar los árboles y los arbustos, los jardines y los sonámbulos, y que deja su rastro vivo de hojas muertas y alegres, como una cascada de cosquillas que acarician el paso de los días.
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