Reseña del libro de Ricardo B. Núñez.
Por José Luis Larios García
El pasado 3 de octubre, se presentó el libro La Revolución en el Estado de Colima, de Ricardo B. Núñez, editado por el Archivo Histórico del Municipio de Colima. Es una investigación, llena de matices y aportaciones concretas basadas en la crónica, donde el autor se convierte en “narrador de historias”, aquellas que vivió en el contexto de una lucha armada, originada a principios del siglo XX en México.
Una de las ediciones fue publicada en 1973 por la Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana. Aborda un periodo convulso, con distintos ámbitos de acción, sobre todo dimensiona cómo fue la coyuntura política, social y económica de Colima y su región en el contexto del movimiento armado, iniciado en 1910.
El libro consta de 6 capítulos: La dictadura. Antecedentes históricos, La llegada del señor Madero a Colima, La usurpación huertista, El Constitucionalismo, El Villismo y La Constitución general de 1917. La lectura nos lleva cronológicamente a los hechos, pero a veces recurre al flashback para intervenir y complementar en la narrativa sucesos anecdóticos o apuntes biográficos de personajes revolucionarios y autoridades políticas de Colima.
El autor inicia con una remembranza de la vida cotidiana de la población de Colima, de aquella ciudad de nuestros ascendientes, en donde la modernidad llegó a paso lento a diferencia de las grandes metrópolis de México. Pero era una provincia, con sus carencias y necesidades, aunque forjada en el trabajo del campo, con un sistema laboral desgatado. Así fue en el porfiriato, “época de los grandes latifundios, cuando recibían el nombre de jornaleros, vivían con sus familias alrededor de las haciendas”.
Las clases sociales estaban muy divididas, las reglas eran claras, no debían mesclase la pobreza con la riqueza, así fue por tantos años, costumbres heredadas desde el virreinato. No obstante, como en todas las pequeñas ciudades, la clase oligárquica de Colima, un grupo reducido representada por los empresarios comerciantes, hacendados y extranjeros, ostentaban el poder político y económico local.
De acuerdo con B. Núñez, “En Colima dos tendencias ideológicas se disputaban el poder político: la del pensamiento liberal y la del pensamiento dogmático. La política de conciliación y tolerancia del porfirismo la interpretaba el gobierno de Francisco Santa Cruz de modo unilateral”. Sin embrago, durante la dictadura, la tolerancia es lo menos representativo para establecer una buena relación entre sus gobernados, quizás fue un intento conciliatorio por mantener la paz, orden y buen gobierno, pues, el propio sistema del porfiriato no estaba sujeto al cuestionamiento o discusión en el debate político, por el contrario, esto lo ratifica el autor: “El despotismo y las arbitrariedades era la ley y la sumisión callada; el miedo y la adulación de los empleados y amigos les daban razón y poder a las autoridades supremas, las que componían el gobernador, el prefecto político y el comandante de policía”. “Las garantías individuales eran letra muerta”, se exacerbó la política de persecución a la prensa libre de información y doctrina liberal.
B. Núñez, reitera: “la política en Colima era de sumisión y miedo”, pero esto terminó cuando nuevas corrientes ideológicas llegaron a la capital y la sublevación en contra del gobierno de Porfirio Díaz culminó con la entrada a esta ciudad de las fuerzas maderistas que obligó al gobernador Enrique O de la Madrid, último gobernante del viejo régimen, presentar su renuncia en 1911 ante la legislatura. Por cierto, en unas cuantas páginas, el autor relata el trágico episodio del Crimen de los Tepames, un asunto de justicia entre los humanos Suárez y Anguiano, el cual se convirtió un tema de lo más escandaloso en la prensa nacional, que llegó hasta lo más alto de la cúpula del poder.
La efervescencia política apenas comenzaba, el camino de la democracia no estaba a la vuelta de la esquina, pues el discurso de los ideales antirreeleccionistas de Francisco I Madero se escuchaba en todos los rincones de México. Tan es así, que el propio autor de este libro desmenuza la crónica del arribo del presidenciable a Colima, describiendo su estadía y alocución durante su campaña política.
Ese día asistió un de los hombres icónicos de movimiento de la revolución en Colima y su región, Eugenio Aviña, perteneciente a la policía de Montada de la ciudad; poco tiempo después desertó para organizar un regimiento de caballería con el nombre “El Michoacano”. Así como él y otros tantos, se sumaron a las causas, ya sea con Madero o Venustiano Carranza, otros se incorporaron a los Villistas o Zapatistas, incluso huertistas; fueron parte de los vaivenes y dicotomía de los bandos, asociados a los intereses de cada grupo.
Se tiene la idea que en Colima paso desapercibida la Revolución Mexicana, pero según las crónicas, se desarrollaron batallas y combates de las tropas subversivas que marcharon sin saber el destino que les esperaba. Además, nuevos actores políticos entraron a la escena pública, con el objetivo de encausar sus planes en la lucha constitucionalista. Tal es el caso de J. Trinidad Alamillo, descrito por B. Núñez como una figura “prominente que gozaba de simpatía entre las masas de trabajadores, tanto obreros como campesinos”, postulándose como candidato a la gubernatura del estado, quien obtuvo el triunfo en medio de una crisis política profunda, contendiendo con el profesor Gregorio Torres Quintero. “Alamillo fue hombre de una sola pieza; sincero, rectilíneo, sin dobleces, leal, honrado a carta cabal y valiente sin fanfarronerías. Su ideal fue siempre de progreso y evaluación cultural para Colima”.
La historiadora Julia Preciado lo cataloga como progresista, pero “una gran figura señera de nuestra historia lo cual fue porfirista cuando le convino; jugó sucio para ganar unas elecciones cuando lo quiso; fue incondicional de don Francisco I Madero, para serlo inmediatamente después de Victoriano Huerta; y en un último intento pretendió ser constitucionalista sin lograr convencer a Venustiano Carranza y a Obregón”, por cierto, ambos visitaron la ciudad de Colima en su momento, hechos relatados en este libro.
En la Revolución Mexicana, la lealtad y la palabra fue determinante para lograr los objetivos, pero nadie podía estar a salvo de las traiciones y venganzas, así es la guerra, la política y el ser humano.
En los últimos capítulos, se menciona las encrucijadas durante la gestión gubernamental de Juan José Ríos y los grupos de poder en Colima. Igualmente, el papel de las brigadas de infantería, como el “Batallón rojo” y otros grupos que estuvieron al frente de la defensa.
Ricardo B. Núñez, se aventuró a contar la historia de la Revolución Mexicana en Colima a través de su visón, convirtiéndolo en un especialista del tema. Indagó en los periódicos locales y nacionales, consultó decretos y leyes para fundamentar su narrativa. Escuchó algunos participantes del movimiento armado, para contrastar lo que él mismo presenció durante el tiempo que estuvo en el servicio de las armas.
Hoy existen una diversidad de textos de micro historia de la revolución; específicamente en Colima, los cuales podemos consultar, como la investigación de Julia Preciado, Anatomía de un Gobernador: J. Trinidad Alamillo, de Irma López Razgado, Las meretrices de Colima durante el porfiriato y la Revolución 1876-1917, Blanca Gutiérrez y Héctor Porfirio Ochoa con el libro La Caras del Poder conflicto y sociedad en Colima 1893-1950, o bien, el trabajo de Hiram R. Núñez Gutiérrez, Revolución y contrarrevolución en Colima 1917-1926, por mencionar algunos.
Ricardo B. Núñez abrió una brecha que pocos habían explorado, él lo dijo en sus últimos párrafos “los investigadores que me habrán de seguir, con lo que aquí dejo anotado, tienen buen material para continuar sembrando en el surco que yo abrí, para depositar en él la semilla que a no dudarlo fructificará para beneficio de los que han nacido en esa bella tierra, lo mismo que para los que tienen deseos de dar a conocer lo que sucedió durante la etapa revolucionaria”.
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