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ARTÍCULO: El egreso viene sin instrucciones, tu pasión es la brújula

Por Redacción Oct28,2024 #Opinión

Por Paulina Valencia

Entre 2012 y 2016 tuve el privilegio de cursar la Licenciatura en Pedagogía. Fueron 4 años productivos, felices. Los disfruté. A lo largo de la carrera revisamos múltiples temas en diversas asignaturas y proyectos; en aquel momento, recuerdo compartir con compañeros la idea de que nuestra formación se veía como una eterna construcción, acumulaba un bloque sobre otro, pero sin forma o final visible. Nos resultaba complejo identificar no solo la puntualidad de los objetivos, sino también la forma o el espacio para aplicarlos. Parecía exclusivamente diseñada para un escenario que no ha resultado la realidad de la mayoría de egresados. Esto último lo pienso hoy, no entonces.

La época universitaria sigue siendo inolvidable. Hoy, 8 años después, fortalecí mi expresión oral y escrita, también le tomé especial cariño a la lectura, gracias a un par de formadores, colaboradores notables con quienes estaré agradecida eternamente y recuerdo con cariño.

La universidad tiene un ecosistema interesante, poderoso: alumnos, docentes, programas, instalaciones, servicios. Mientras lo escribo, tengo la sensación de que no soy la única que lo piensa, pero tampoco sucede mucho si nada más lo identificamos. Es un poco como el trabajo personal: no basta con reconocer o ponerle nombre a tus limitantes y fortalezas, es necesario hacerse responsable de ellas, trabajar diariamente, de lo contrario, todo sigue igual o peor.

No logro identificar más aprendizajes significativos. Hoy, tengo una serie de herramientas que me permiten desempeñarme de forma personal, laboral, social; aunque, soy consciente que las reuní a lo largo del camino y conforme resultaban necesarias. Me quedé en pausa un momento, al concluir que la universidad fue un espacio donde conocí personas significativas, aprendí a escribir, le tomé especial cariño a la lectura y fortalecí mis habilidades para investigar. 

La misión, la visión y el perfil de egresado tiene grandes diferencias con relación a los aprendizajes que realmente adquirí o perfeccioné, también discrepancias con la constante conversación de que nuestra carrera no solo estaba enfocada a dar clases. El perfil del egresado enlista una serie de habilidades que se pretende obtengamos, entre ellas, menciona que seremos capaces de evaluar procesos educativos, buscando la mejora de los sujetos; pienso en ello como una enorme responsabilidad. La educación y lo que gira en torno a ella siempre me lo han parecido, le tengo un respeto infinito y una admiración inmensa. Enseñamos lo que sabemos, pero lo que somos también se transmite. Como alumna valoré y aprendí bastante de mis maestros que no solo tenían conocimientos vastos, sino que a nivel personal estaban comprometidos con la labor docente y social, una combinación de responsabilidad y conocimiento que, en ocasiones, también estaba ausente.

La revisión del análisis cuantitativo en el periodo 2014-2021, contrastado con las conclusiones generales, correspondientes al mismo análisis, disponibles ambos en la página oficial de la Facultad de Pedagogía, y que respondieron únicamente alumnos egresados, me resultó un ejercicio interesante. Llaman mi atención algunos cuestionamientos descritos en el informe y la manera en que se plantean, así como la forma en que se redactan las conclusiones. El 61.2% de encuestados dijo que hay poca o nula relación de la formación recibida con su actividad laboral actual; me incluyo. El dato me parece, además de necesario, valioso; no hay conclusión general sobre este reactivo en el informe. 

De acuerdo con la opinión de los egresados, la razón que limita o demora la oportunidad de encontrar empleo es: “la falta de experiencia laboral 32.10%, la baja oferta laboral 15.68% y empleos poco atractivos o sueldos bajos 13.97%”. Sobre lo anterior, hablé con algunos compañeros egresados, pertenecientes a mi generación: todos laboran, algunos ejercen. Coinciden en que la interacción con posibles escenarios laborales llegó tarde a nuestra formación durante la licenciatura, poco tiempo de práctica y espacios reducidos para hacerlo, algunos incluso comparan nuestra experiencia con otras carreras, enfatizando en las horas de práctica o las habilidades con las que egresa un alumno de ingeniería, por ejemplo, lo cual no solo puede limitar el tiempo para encontrar trabajo, sino también contribuir de manera significativa a disminuir el periodo de adaptación en los espacios laborales. Esa interacción durante el estudio con los futuros espacios laborales nos ayuda a identificar qué nos mueve el corazón, hacia dónde queremos o no ir.

Entiendo el carácter cuantitativo del informe y en su totalidad lo que implica, sin embargo, en el área de humanidades siempre fue tema de conversación y de estudio que las habilidades y la perspectiva que adquirimos pueden ser difíciles de cuantificar, pero su impacto es innegable. La idea de un contraste cualitativo y cuantitativo me persiguió durante la revisión del texto, la reflexión fue doblemente estimulante porque pensé en la respuesta y en el punto de partida que resultaría para que los tomadores de decisiones actuaran.

Terminar un proyecto de vida como la licenciatura puede ser abrumador, porque la incertidumbre muchas veces toma protagonismo. Al concluir la carrera, me funcionó identificar lo que encendía mi alma y me comprometí con ello. Recuerdo que tuve compañeros que eran felices hablando en público, algunos muy críticos y perspicaces que cuestionaban todo el tiempo, otros amantes de la lectura y temas emergentes de interés social, gente que no asimilaba su futuro si no era dentro de un aula; algunos con todas las anteriores y otros más con ninguna. A mí no me gustaba dar clases, aunque sabía que mi carrera no era exclusivamente para ello. Me gustaba y me sigue gustando leer, escribir e investigar, hasta la fecha lo hago y mi vitalidad se recarga.

Leo y escucho sobre los temas educativos siempre con especial cuidado; mirada y oído crítico para ellos, siempre, con la firme idea que son el camino y que tienen que ser prioridad para los involucrados. Elegí pedagogía porque tuve un par de formadoras increíbles, que me motivaron: inteligentes, críticas, felices, respetuosas, desafiantes; me enseñaron mucho de lo que sabían, pero me regalaron lo que eran. En la facultad también tuve cerca formadores que me mostraron lo que no quería y lo que sí, la gratitud es para ambos.

La educación nos da herramientas técnicas e invita a un viaje introspectivo, donde nuestras pasiones y vivencias son las que realmente definirán el rumbo que tomamos. El reto para nosotros, como egresados, es reconocer aquello que nos cautiva y convertirlo en nuestro motor, sin olvidar que la educación sigue siendo una pieza clave para nuestro crecimiento profesional y personal, y nos acompañará, espero, a lo largo de nuestra existencia, como algo a lo que es imposible darle la espalda.

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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