La contención
Por Ruth Holtz*
La contención es la capacidad de contener, retener, domar, guardar, abrazar, sostener lo que sentimos para asimilarlo poco a poco, digerirlo, confrontarlo con nuestra experiencia y así decidir cómo reaccionar, qué hacer o incluso aprender e incrementar nuestra experiencia. En este proceso, las personas con capacidad de contención pueden reconocer lo que sienten, qué hacer para atender las necesidades que sus emociones expresan, y al asimilarlo, es decir integrarlo a su experiencia de vida, a su comprensión de los procesos emocionales dilucidar lo que procede hacer tanto hacia adentro (consigo mismo) como hacia fuera (con los demás).
Ahora bien, la contención emocional es una función fundamental de la inteligencia emocional adquirida en los primeros años de vida, según Wilfred Bion, y perfeccionada de allí en adelante siguiendo los parámetros establecidos sobre todo por la madre o figura sustituta y por otros miembros significativos del entorno familiar del infante.
El bebé recién nacido llega al mundo y se encuentra con el frío o el calor, con el hambre, con el dolor, con la suciedad, con la necesidad de ser tocado, arrullado, querido, se encuentra con frustraciones por sus inhabilidades para habérselas con las distintas confrontaciones del entorno circundante. Es la madre la que le enseña, “ah, tienes frío, te tapo, tienes calor, te refresco, tienes hambre te doy de comer, quieres que te arrulle y te consienta, lo hago, está sucio tu pañal, te cambio”, etc. Es decir, la madre al atender al niño está enseñándole al mismo tiempo cómo atenderse y cómo se llama eso que le pasa: frío, calor, hambre, anhelo, etc. Con el tiempo el niño lo asimila y conforme crece él tapará sus muñecos para que no tengan frío o abrazará a su hermanita cuando llora o le pegará al perro “si se porta mal”. Se dice que la madre “contiene” la angustia innombrable del niño, lo que le molesta, le incomoda, lo que siente, lo que le pasa y que no sabe qué es, se hace cargo de ella, la recibe y ella hace el proceso de comprender “lo que le pasa al niño” y lo resuelve. El resultado es el alivio. Al principio el infante es pasivo, sólo expulsa en la madre su incomodidad y la madre lo resuelve y lo devuelve al niño como algo comprensible y con una solución que le da alivio. Conforme crecemos esta necesidad de que nos resuelvan lo que nos pasa, nos comprendan, piensen por nosotros una solución y nos den alivio a nuestro problema es más compleja, pues ya no solo se trata de resolver el llanto por el pañal sucio o por el deseo de ser cargado en brazos. Ya son sentimientos más profundos y ricos de contenido como que el niño tiene pesadillas porque le asusta la manera en que su padre se enojó con su mamá el día anterior o porque está agresivo porque no se ocupan de él. Y conforme nos convertimos en adultos, las necesidades que expresan nuestras emociones, la comprensión y el alivio que necesitamos son más complejas y su alivio no siempre es posible del todo.
Como adultos requerimos llevar a cabo esa función de contención emocional por nosotros mismos como si fuéramos nuestra propia mamá. Pero no siempre tenemos la fortuna de tener una madre que tuviera esa habilidad de la inteligencia emocional y que nos permitiera así interiorizarla para volverla nuestra. Hay madres que le gritan a sus hijos y en vez de solucionar su angustia los angustian más, quienes no saben qué hacer, por qué llora el niño y lo abandonan a sus propios sentimientos, hay madres con circunstancias desesperadas que se desahogan en los niños como si ellos fueran los que las fueran a “contener”. También hay niños que en esta situación bombardean más a sus madres con berrinches y requerimientos emocionales haciendo más difícil la posibilidad de “contenerlos” y dar alivio a sus molestias. En estas circunstancias se da una vía alterna de solución no del todo sana, desahogarse hasta el cansancio y hacer como que no pasó nada y seguir. Pero se necesita un receptor para esa basura psíquica, esas emociones incipientes sin definición de lo que son, sólo agresión, angustia, y “los basureros” suelen ser personas más débiles o sometidas por diversas razones de poder dentro de la familia o si tienen suerte, hay personas que “contienen emocionalmente” por su bondad o su morbosidad de conocer la vida privada de los demás, pero que no lo hacen de manera sana, sino creando una dependencia. Finalmente, para crecer las personas necesitan enfrentar sus sentimientos y sus necesidades por ellas mismas y para ello sin no la obtuvieron en su infancia, deben adquirir en la adultez esa capacidad de contención emocional que entonces estará al servicio de su inteligencia y le prodigará un mejor ambiente con los demás y consigo mismos.
La psicoterapia es en un inicio un lugar de “maternaje” para poder recibir lo más cabalmente posible esta vivencia de contención emocional de parte de otro, para así integrarlo a la propia experiencia e independizarse del terapeuta, como todos tuvimos alguna vez que independizarnos de nuestros padres u otras personas significativas pues llevaron a cabo esta contención emocional. Y conocemos gente que todavía depende demasiado de gente que la “materne”, pero sin visos de independizarse ni hacerse responsable de qué sienten, qué van a hacer y saberse dar consuelo en ese proceso de comprensión y asimilación de nuestras emociones y de lo que nos va impactando emocionalmente en nuestra vida. También la psicoterapia es un proceso temporal que tiene como uno de sus objetivos primordiales brindar a las personas que no tuvieron una madre lo suficientemente buena y contenedora emocional, el desarrollar de otro modo esta habilidad tan importante de inteligencia emocional que es la contención.
La contención emocional nos permite dejar de buscar personas sólo para desahogarnos sin ninguna intención de hacer algo para cambiar nuestra situación. Desafortunadamente algunas malas psicoterapias se han vuelto sólo eso, espacios para ir a vomitar lo que nos cayó mal de la vida sin ninguna intención de aprender de eso, asimilar lo que nos pasó y sobre todo, cambiar nuestra situación no sólo para frenar el sufrimiento sino para ser mejores personas, más maduras y más inteligentes emocionalmente. Es necesario adquirir todo lo que nos haga falta para ser felices, en vez de sólo quejarnos e ir de amigo en amiga, de familiar en familiar desahogándonos, vomitando el mismo veneno, contando la misma historia de sufrimiento que no nos atrevemos a romper. Muchos seguimos siendo como infantes esperando que alguien como mamá nos vengan a sacar el dolor, nos den alivio y la solución a los problemas. A veces en ese papel colocamos a Dios o a la Virgen. Ya es hora de crecer y amar a los seres divinos con otras intenciones o con ninguna.
* Psicoterapeuta. Teléfonos: 312 330 72 54 / 312 154 19 40 | Correo: biopsico@yahoo.com.mx
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