La moneda
Por Jorge Vega
La señora recogió del mostrador dos cajas de pizza y dio media vuelta para regresar a su camionetona. Era una mujer joven, en sus treinta. Al girar, se le cayó una moneda al piso, cerca de donde yo esperaba mi pedido.
En otros años, cuando dominaban otras ideologías, me habría agachado rápido para recoger la moneda y dársela en la mano. Además, le hubiera abierto la puerta. Esta vez, con ideologías distintas acechando en las calles y en los medios, no supe qué hacer.
Igual que pasa ante el papá violento que todo le enoja o con la pareja que de todo hace drama, me quedé quieto. Con un papá o una pareja así, si uno dice algo, malo, y si uno se queda en silencio, también es malo. Éstos no son tiempos para hablar con libertad sobre género, al menos no en público. Menos si uno, como hombre, aún no está deconstruido.
Aunque esto de opinar o no, siempre ha sido lo mismo. Cuando un grupo o una idea llega al poder, ya no puede criticarse de manera abierta sin exponerse a represalias. Ocurrió incluso cuando las y los cristianos llegaron al poder. Quienes opinaban diferente terminaron crucificados o en la cárcel. Hasta el mismo San Juan de la Cruz vivió esto en carne propia.
Ahora dominan en redes sociales, en medios, ideas fragmentadas, contradictoras sobre feminismo, género o inclusión, que personas que jamás han leído a verdaderas feministas defienden como si fueran la palabra de dios. Y eso es lo peligroso, porque tales personas, las mismas que han defendido a Hitler, Stalin, a Trump, Franco, López Obrador, Pinochet o las ideas de una tierra plana y del creacionismo, son capaces de cualquier cosa para no perder la fe en lo que creen.
La mujer, mirando con cierto enfado y un aire de indiferencia, acomodó las dos cajas de pizza en la mano izquierda y se agachó a recoger la moneda.
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