Mié. Ene 22nd, 2025

COLUMNA: En palabras Llanes

Por Redacción Ene22,2025 #Opinión

Mucho gusto

Ser universitario

Por Alberto Llanes

Era 1999, llevaba un promedio pobrísimo -no por burro, ajá, antes nos decían burros cuando uno no tenía el promedio ideal, pero ¿cuál es el promedio ideal?-. Sin embargo, yo no era burro, o no tanto, era inquieto, era un niño problema -como también nos decían en aquellos ayeres-, -seguramente has de tener gusanos en la cola- —me decían—, porque no lograba estar quieto; pero mamá era también inquieta y ninguno de los 2, ni mamá ni yo, teníamos gusanos en ningún lado. Decía que era 1999 y mi promedio era pobre muy pobre cuando llegué a la Universidad de Colima por vez primera. Yo no estudié en un bachillerato de la universidad, bueno, sí estudié, estuve en el bachillerato 16, en la carrera de programador analista, yo no quería, yo quería ser artista, así, sin hache, sin embargo, en la casa paterna era con hache, hartista, de harto, tenía hartos, hartas y hartes a todos, todas y todes, pero yo quería ser artista, no sabía de qué, o en qué, pero artista, repito, sin hache, quería encajar, que se dieran cuenta de mí, que me valoraran un poquito, aunque sea un poco, pero no, nada y, siendo artista sin hache, menos.

Estaba la efervescencia del cambio del siglo, la gente estaba asustada porque del 1999 brincaríamos al 2000, yo sabía que la humanidad iría mucho más allá ya había visto Volver al futuro y me di cuenta de que el doc Emmet Brown viajó hasta el 2015 y sí, había humanidad, había Mundo, futurista, pero Mundo al final y al cabo. Yo estaba asustado porque llevaba promedio pobre, quería estudiar letras, iba de un bachillerato desconocido y, para variar, en aquellos ayeres, mi carrera tenía algo de demanda.

Cuando estuve en el bachillerato de la Universidad de Colima me gané un número de cuenta, ahora no lo recuerdo y debió haber quedado registrado ahí, pero no, cuando entré a la facultad me dieron otro número: 99-8070. Estaba asustado también porque, definitivamente, iba a entrar a otro Mundo, un Mundo mucho más grande que mi pequeño bachillerato en arte y humanidades ubicado allá por la estancia.

Con todo, el Rector dio chance de que todos, todas, todes -en el 99 esta aclaración no era necesaria- en ese año hiciéramos nuestro examen Ceneval y el curso propedéutico. Me preparé como un loco -bueno, ni tanto, sólo leí la guía para el examen- para hacer el Ceneval, vi que, el día de la aplicación de los reactivos, muchos compañeros llevaban enciclopedias completas, además de una calculadora, lápiz, borrador, sacapuntas, yo llevaba un librito sencillo de Juan José Arreola -que, para saber el asunto del seno, coseno, tangente, la hipotenusa, el cateto no sé qué y la química y la física, iba a valer de poco-, no llevaban calculadora científica, ni de la otra, un morral hippie, ropa hippie, olor hippie, mi walkman con poemas de Jaime Sabines y nada más. Pasé. Fui aceptado. Aparecí en las listas de aceptados para estudiar: Letras y Periodismo. No que no.

Hice mi curso propedéutico y en la primera clase, la maestra Rocío Aceves, me sacó por algo que yo no hice. Empecé mal muy mal. Al terminar la sesión me acerqué a ella, le expliqué, me dijo que ella me vio hacer no sé qué que yo no hice, le dije que iba a remendar mi supuesto error, las siguientes sesiones me porté como lo que soy, no, bueno, me porté bien, si me hubiera portado como soy esta historia sería otra. Leí como loco todo los que nos dejó. Hice un gran curso propedéutico. Conocí a mis compañeros, un grupo excepcional con el que me sigo juntando de cuando en cuando porque tenemos los mismos gustos, por la música, las letras, el deporte, la cerveza y una buena charla.

Con el primero que entablé una charla fue con David Chávez, pronto hicimos clic, luego se unió al clan Oscar Chapula, Carlos Ramírez, Ihovan Pineda, Juan Pablo, El muerto, Homero que no es homero, Sergio Plascencia, El tempra boy y después las chicas, todas, Caro Ceballos, Marel Gutiérrez, Gabriela Flores, Mayra Gallegos, Paty, Faby, Minerva, Paulina Machuca y a mi grupo de amigos, conocidos y amistades se unió Palomino, Carlos Heredia, pfff. El primer gran evento fue ir a la presentación del libro En busca de Klingsor de Jorge Volpi, en el auditorio de psicología, conocer, tener a un escritor tan cerca, aunque en esos ayeres ni lo hubiera leído fue impactante. Luego tuvimos la oportunidad de ver y estar con José Emilio Pacheco, que vino a charlar al Archivo Histórico de Colima, allá en el jardín Juárez de un tema que a mis amigos y a mí nos gusta mucho: Literatura. Creo, sin temor a equivocarme, que esa fue la última vez que José Emilio Pacheco estuvo en Colima y no tenía libro, en ese ayer, para pedirle su firma.

Ser universitario me ha dado grandes satisfacciones, como estudiante, como trabajador, porque en el 2005 volví a ingresar a la Universidad de Colima, al área de publicaciones donde estuve por 14-15 años, hasta ahora, desde el 2019, que estoy adscrito a la facultad que me vio crecer, desarrollarme y me dio las herramientas necesarias para defenderme en el fiero mundo laboral.

Gracias a la Universidad de Colima he conocido, en persona, a grandes plumas: Juan Villoro, Juan Gelman, Elena Poniatowska, Eduardo Antonio Parra, Mónica Lavín, Ana Clavel, Juan Domingo Argüelles, Pedro Ángel Palou, Eraclio Zepeda, Elva Macías, Carmen Villoro, Jis, Trino, Alberto Chimal, Efraim Blanco, Efraín Bartolomé, Jorge Volpi, José Emilio Pacheco, Irene Vallejo, Luis García Montero, entre otros tantos, tantísimos más.

La Universidad de Colima me ha regalado muchas cosas, me aceptó 2 veces en su regazo, la primera, aunque yo no quería el perfil de esa carrera en el bachillerato; la segunda le pegué y luché, estudié y trabajé para no sólo poder ingresar, sino permanecer, egresar y, ahora, poderle regresar un poquito de lo mucho que me ha y me sigue dando.

Continuará, quizá…

Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

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