Por Marcial Aviña Iglesias
Estamos conscientes de que desigualdades hay en todas partes, y la educación no queda exenta, el año pasado nos sentimos bien orgullosos de que nuestra Alma Máter se encuentre entre las mejores universidades del país, que nuestros estudiantes del nivel medio superior resultaran ganadores en concursos nacionales. Historias que motivan e inspiran a quienes estudian y laboran en esta institución. Pero… no debemos olvidar que durante la pandemia nos dimos cuenta de que existían familias que contaban con computadora y otras que tuvieron que ir a comprarlas de segunda mano a las casas de empeño, sacarlas en abonos en alguna vampiresa tienda departamental con sus inquisidores intereses moratorios, también nos enteramos que hay jóvenes que contaban con internet en casa y otros que recurrían a las plazas, centros comerciales o de plano se colgaban del Wi-Fi del vecino, y lo más triste, que haya familias con un celular para todos, mientras en otras, hasta la mascota tiene. ¡Son abismos que aún existen!
¡Ahhh, pero eso sí! En las escuelas bien preocupados de que se utilizara de forma ética la IA -algo así como que no queremos que nos vean la cara-, sin antes enseñarles a nuestros discípulos las ventajas de su uso académico, mientras ellos la han aprendido a utilizar como algo banal. A estas alturas del siglo XXI, quienes ejercemos la docencia hemos aprendido a raíz de una pandemia, la diversificación de las técnicas de enseñanza, que existen centenares de materiales educativos gratuitos en línea con flexibilidad de horarios y espacio, el montón de libros digitales para enriquecer su formación, ¿y se los hemos compartidos? No, pues queremos continuar siendo los que saben, pues muy pendejamente, creemos que así tenemos la supremacía en el aula.
Estamos a días de iniciar un nuevo semestre, junto a nuestra computadora portátil y el montón de aburridas diapositivas en PowerPoint atiborradas de texto que en ella se incluye, nada más nos queda universalizar el acceso del alumnado a todas las herramientas que pululan en el ciberespacio, y concientizarnos de que las actuales generaciones son intolerantes a las llamadas de atención, sin una explicación previa. Si no olvidamos esto, lo más probable es que logremos hacer que este semestre sea igual o mucho mejor que el anterior.
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