Los productos ultraprocesados y su impacto en la dieta moderna*
Por Fátima López Alcaraz**
El incremento en las ventas de productos ultraprocesados, así como la proliferación de establecimientos de comida rápida y supermercados, ha consolidado su presencia en la dieta moderna, desplazando a las comidas frescas y caseras. Esto se debe, en gran medida, a factores como la conveniencia, la durabilidad y la intensa promoción comercial que reciben. Además, que estos productos suelen ser considerados una solución a los diversos retos de la vida diaria en la planificación, almacenamiento y preparación de alimentos. Sin embargo, esta popularidad tiene un costo significativo para las personas que los consumen.
Los alimentos ultraprocesados están asociados con un aumento en la prevalencia de enfermedades como la obesidad, la diabetes tipo 2, la hipertensión, ciertos tipos de cáncer, problemas de depresión y ansiedad, entre otras. Asimismo, en los últimos años ha aumentado la evidencia de que el consumo habitual de estos productos no solo tiene efectos adversos en la salud, sino también en el medio ambiente, debido al impacto de la huella de carbono y el uso intensivo de recursos naturales como el agua durante su producción.
La industria alimentaria ha aprovechado la globalización y los avances tecnológicos para expandir su influencia, llegando a todos los rincones del mundo. Esto ha generado un entorno alimentario en el que estos productos son omnipresentes, por lo que es fundamental como consumidores, aprender a reconocerlos y diferenciarlos con los alimentos procesados para tomar decisiones de optar por los alimentos más saludables.
Los alimentos procesados son productos naturales a los que se les ha aplicado alguna técnica o método de conservación, como el calor, el frío, la deshidratación, la fermentación o la adición de sal, azúcar o aceite, con el objetivo de aumentar su vida útil. Estos procesos permiten que los alimentos mantengan gran parte de sus propiedades nutricionales originales y, en muchos casos, facilitan su consumo seguro y conveniente. Por ejemplo, la pasteurización de la leche o la congelación de frutas y verduras, son métodos que conservan nutrientes esenciales y protegen a los consumidores de posibles patógenos.
En contraste, los productos y bebidas ultraprocesadas son formulaciones industriales ricas en azúcares, grasas y sal, además de una gran cantidad de aditivos químicos que se utilizan para intensificar sus cualidades sensoriales y hacerlos más atractivos. Estos productos se caracterizan por tener una baja calidad nutricional, ya que contienen menos vitaminas, minerales y fibra en comparación con los alimentos mínimamente procesados o no procesados. Además, los aditivos químicos presentes en estos productos, como los saborizantes artificiales, conservantes y colorantes, pueden tener efectos adversos sobre la salud a largo plazo.
Una forma sencilla de identificar un producto ultraprocesado es revisar la lista de ingredientes en la etiqueta. Si esta es larga (más de cinco ingredientes), si los ingredientes son difíciles de pronunciar o suenan como químicos, y si los procesos culinarios o de transformación a los que se ha sido sometido no pueden ser replicados en una cocina doméstica, es muy probable que se trate de un producto ultraprocesado.
Por otro lado, cabe mencionar que México y Chile han registrado las ventas per cápita más altas de productos ultraprocesados en América Latina, lo que plantea la necesidad urgente de reflexionar sobre el futuro de la alimentación. Aunque se han detectado avances en materia de políticas públicas emitidas por los gobiernos para mejorar la información disponible y aumentar los impuestos a productos con perfiles nutrimentales inadecuados, sigue siendo crucial desarrollar acciones que ofrezcan alternativas de consumo de alimentos mínimamente procesados, con perfiles nutricionales adecuados y económicamente accesibles.
Además, es esencial promover dietas basadas en alimentos frescos, revalorizando las comidas tradicionales y caseras como una estrategia clave para mejorar la salud y el bienestar general de la población. El reto es considerable, pero revertir los efectos negativos de los productos ultraprocesados en la salud pública requiere un esfuerzo concertado que involucre a consumidores, gobiernos, personas educadoras y a la industria alimentaria. La educación y la concienciación sobre la importancia de una dieta equilibrada y saludable son fundamentales para lograr cambios sostenibles en los hábitos alimentarios y, por ende, en la salud pública global.
*Sobre el tema del presente texto puede consultar el siguiente enlace: http://dx.doi.org/10.4067/S0717-75182022000600637
**Profesora de tiempo completo adscrita a la Facultad de Medicina de la Universidad de Colima. Docente en la Licenciatura en Nutrición y en la Maestría en Nutrición Clínica de Facultad de Medicina y en la Maestría en Gerontología de la Facultad de Trabajo Social.
Las opiniones expresadas en este texto periodístico de opinión, son responsabilidad exclusiva del autor y no son atribuibles a El Comentario.

