En la tierra
Por Jorge Vega
Dice mi madre que después de los 70 años, la gente que sobrevive se vuelve invisible. Nadie te mira, nadie te nota en los lugares públicos, y puedes durar muerto varios días en la cama antes de que se den cuenta de tu partida.
Algunos ancianos sólo son visibles cada quince días o cada mes, cuando los hijos o nietos van a quitarles su pensión o su dinero de los 65 y más.
Le respondo que la gente se vuelve invisible desde antes, cuando es fea, pobre, indígena o demasiado enferma. Esto es, cuando no tiene valor comercial. No nos gusta verlo, aceptar que cada día nos parecemos más a los gringos: codiciosos, con miedo a envejecer y sobre todo aterrados con la idea de la muerte.
Dice el hermoso Rumi: “Cuando estemos muertos, / no busques nuestra tumba en la tierra, / pues has de encontrarla en el corazón de los hombres”. Y, sin embargo, si nadie te mira, si nadie te nota, si no existes, ¿cómo puedes habitar el corazón de los seres humanos? ¿Aún quedan habitaciones en el corazón de la sociedad moderna, digital, donde podamos encontrarnos, reconocernos, existir?
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