Emprendimiento femenino: el camino hacia la igualdad de género
Albania Padilla Martínez*
Es evidente que en las últimas décadas, la creciente incorporación de mujeres al ámbito económico-laboral ha implicado un aumento de aquellas que buscan entre otras cosas independencia económica, libertad en el manejo de su tiempo, además de desarrollo profesional y para ello, se han atrevido a realizar su propio emprendimiento. Esta experiencia representa un desafío individual, ya que significa idear e implementar un negocio en el que no solo se atienda una necesidad social, sino que también desafía un reto personal que ofrece tanto aspectos positivos y negativos como el aprendizaje y crecimiento personal por un lado, y por otro, poco conocimiento de aspectos de gestión, dado que falta de apoyo financiero y en muchas ocasiones, la doble o triple jornada laboral al enfrentar los roles sociales impuestos, como son: atender las necesidades del hogar, la crianza de las y de los hijos y el cuidado de personas (adultas mayores o con de personas con capacidades especiales).
La investigación en el tema de emprendimiento femenino revela que, a pesar de enfrentar discriminación, el empoderamiento de la mujer ha llevado a una mayor participación y creación de negocios. Las barreras para las mujeres incluyen la falta de educación y financiamiento, pero cuando logran superar estas, experimentan altos niveles de satisfacción laboral.
Destaca también, cómo las actividades asignadas a varones y mujeres generan desigualdades, con las mujeres relegadas a puestos y tareas menos valoradas o muy relacionadas a los roles de género, es decir, labores feminizadas, como el cuidado de personas, de apoyo y asistencia, entre otras. Así, cuando las mujeres logran escalar en las estructuras jerárquicas de las empresas u organizaciones enfrentan menores salarios que ellos en el mismo puesto; además de otras cuestiones como discriminación, minusvalía y violencia.
El empoderamiento femenino ha sido impulsado por el movimiento feminista, destacando las habilidades y competencias de las mujeres para generar su propia identidad en los negocios. Sin embargo, los varones continúan dominando debido a estructuras sociales que refuerzan su preponderancia ya que persisten roles de género segmentados y una cultura androcéntrica que los sitúa como el principal proveedor.
Para una mayor inclusión femenina en la ciudadanía, es crucial romper fronteras de género y modificar estructuras sociales. Las políticas públicas inclusivas y equitativas mejor conocidas como acciones afirmativas, pueden mejorar las condiciones laborales y fomentar el empoderamiento femenino, ya que su objetivo es compensar condiciones de discriminación que afectan o limitan el acceso a recursos económicos, culturales y políticos importantes para su desarrollo. La aplicación en favor de las mujeres no constituye discriminación para los hombres ya que para ellos el género no representa una limitante en el ejercicio de sus derechos.
Las mujeres empresarias suelen tener doble jornada laboral, limitando el tiempo dedicado a sus negocios; para muchas, la empresa es una extensión de su hogar, ya que el manejo del tiempo y la flexibilidad del espacio les permite atender las actividades del hogar y demandas familiares de manera paralela y en ocasiones prioritariamente. A pesar de los desafíos, el emprendimiento femenino crece, contribuyendo significativamente a la economía y a la generación de empleo aun y cuando las desigualdades persisten, por lo que se requiere de una mayor concientización social para lograr una equidad real.
Se necesitan más mujeres emprendedoras, para materializar ideas, crear empleo, mejorar comunidades e inspirar a otras, ya que ellas tienen una forma diferente de llevar a cabo el quehacer empresarial, al adoptar prácticas y relaciones más humanistas con sus colaboradores, colaboradoras clientes e incluso con las personas proveedoras; además de hacer presencia en el ámbito público institucional. Así, en las últimas décadas ha habido avances en igualdad y las mujeres representan más de un tercio de las personas emprendedoras mundiales, sin embargo, su participación es menor en economías emergentes como la nuestra.
En conclusión, el género es una construcción social que asigna roles específicos a hombres y mujeres, creando desigualdades en los diferentes ámbitos. Las mujeres hemos tomado conciencia de estas injusticias, impulsando el feminismo y el empoderamiento, alzando la voz y visibilizando nuestros derechos, es decir construyendo el camino hacia la igualdad y equidad.
Cabe mencionar que los hombres no necesitan justificar su rol dominante debido a las estructuras sociales existentes, lo que significa que persisten roles segmentados y una cultura androcéntrica que limita a las mujeres. Por lo cual, el atreverse a incursionar en el establecimiento de empresas de liderazgo femenino ha abierto el camino a muchas mujeres a hacer presencia social, económica, política y cultural, con lo que se construyen en el día a día condiciones de igualdad disminuyendo así la discriminación y las brechas de género.
*Profesora e investigadora de la Facultad de Contabilidad y Administración campus Colima de la Universidad de Colima. Responsable del Cuerpo Académico 76 cuya línea de investigación es competitividad y estrategia para la gestión empresarial
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