Educación intercultural y para la paz
Por Juan Carlos Yáñez Velazco
En el marco de las actividades festivas por el 40 aniversario de la Facultad de Pedagogía, el martes pasado tuvimos una conferencia a cargo de Sylvia Schmelkes, profesora de la Universidad Iberoamericana y Doctora Honoris Causa por la Universidad de Colima.
El tema de la disertación fue educación intercultural y cultura de paz, que para la ponente convergen en la necesidad de edificar una convivencia humana respetuosa y pacífica. Una educación de calidad, sostuvo, debe incluirlas, pues educar para la paz implica formar en interculturalidad.
En la visión de la maestra Schmelkes, la educación intercultural es un mecanismo privilegiado para construir una sociedad intercultural, no un favor de los mestizos para la integración de los pueblos indígenas o marginados. En este sentido, resaltó que la política cultural de José Vasconcelos partió de la visión castellanizadora que sacrificaba el indigenismo, lo que acarreó una destrucción cultural y lingüística de los pueblos originarios.
Lograr una educación intercultural invoca el derecho a la educación, que es el derecho a los aprendizajes. Para la educadora mexicana, galardonada en 2008 con la medalla Comenius, otorgada por el gobierno de la República Checa y la Unesco, la educación intercultural exige cumplir algunas condiciones: debe ser equitativa, atender la diversidad, fincarse en el respeto, atender la autoestima y concebirse como parte de la educación integral.
Enfatizó la importancia de una justicia epistémica en los tres escenarios posibles de la educación intercultural: indígena, mestizo y multicultural, que produzca un diálogo de saberes, conocimientos y valores.
Educación para la paz, segunda etapa de la conferencia, recordó la terrible situación que sufre nuestro subcontinente, y México en especial. Aseguró que nuestras escuelas padecen la violencia y la reproducen. Según “Bullying sin fronteras”, México es el país con la cifra más elevada de acoso escolar en el mundo. En su reporte de 2023 para América Latina y España, siete de cada diez niños y adolescentes lo padecieron.
Afirmó, enfática, que el gran déficit para la paz es la justicia, y que la educación para la paz necesita educar para la justicia. Alerta también que educación para la paz no significa controlar la violencia, sino fortalecer la convivencia entre individuos y colectividades. En esta materia, México históricamente ha seguido políticas erróneas, con enfoques basados más en la seguridad.
Si la exposición ya había sido clara, contundente, mezcla de sustentos conceptuales y experiencias vivenciales, en las conclusiones la maestra Schmelkes ofreció recomendaciones asequibles para que docentes, autoridades, familias e instituciones educativas trabajemos por instalar en la vida cotidiana una cultura de paz y una educación intercultural, desde la cual se formen ciudadanos promotores (y exigentes) de una paz viva y actuante.
La conferencia de la maestra Schmelkes fue magistral, con mayúsculas. Sólo faltó tiempo para que respondiera a todas las preguntas y comentarios del auditorio de Humanidades y entre los participantes en línea.
El viernes, durante la clase de Formación Ciudadana en la misma facultad, con estudiantes de cuarto semestre, les pedí recuperar algunas de las ideas más valiosas de la conferencia. Coincidieron en el asombro por haber aprendido sobre la educación indígena, abordada en la primera parte. Recordaron una de las imágenes más fuertes: los mexicanos nos sentimos orgullosos de nuestro pasado indígena, de los mayas y los aztecas, pero despreciamos a los indígenas vivos que, dos siglos después de la Independencia, experimentan la invisibilidad, desprecio e inequidad que los confinan al sótano del subdesarrollo.
La educación intercultural y la cultura de paz, es decir, la buena educación, como la llamaba Pablo Latapí, son uno de los caminos para instalar la paz en las mentes y en los corazones de los habitantes de un país dividido, ensangrentado y en deuda perpetua con millones de indígenas. Visibilizarlo es un primer paso. La tarea es ardua.
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