Mayéutica
Por Jorge Vega
A Salvador Gerardo José Silva Padilla
En la década de los ochenta, y tal vez hasta principios del dos mil, recuerdo que las decisiones importantes en el trabajo se tomaban en grupo. Había dos o tres personajes con experiencia que escuchaban las diferentes opciones propuestas, y finalmente se decidía en conjunto la ruta a seguir. Aún no llegaban las redes sociales pisar el acelerador del tiempo.
Ahora que se jubilaron las personas expertas, que el mundo se está reacomodando y los puntos de referencia que antes teníamos se han movido, cada día resulta más estresante y retador tomar decisiones. Porque rara vez se toman en grupo. Ahora hay que decidir en el menor tiempo posible, sin equivocarse, y en la más completa soledad. Si se acierta, el logro es de todos, de todas y de todes; si se comete un error, las redes no perdonan. Te funan.
La toma de decisiones se complica -sobre todo en el área de comunicación, de prensa- porque estamos viviendo una “sociedad de la exhibición”, como definió Byung-Chul Han en su libro La sociedad de la transparencia. Desapareció el diálogo y sólo quedó en su lugar una legión de narcisistas, interesados, interesadas e interesades en la atención y en los me-gusta, más que en enriquecer la discusión o cuestionar con honestidad una situación, o al menos con inteligencia.
Es como si nos hubiéramos quedado sin padres, sin mamás, sin abuelos, sin tíos y sin el amigo o el vecino que sabía leer la realidad de la época. El desafío es tremendo, no sólo para los comunicadores, sino para todo mundo. Es como si tuviéramos que reconstruir una ciudad en ruinas o construir todo de nuevo. Aquí podemos citar al viejo, al infaltable A. Gramsci: “Lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer”.
Dos cosas, como decía nuestro siempre estimado y querido mentor, Salvador Silva: Una, ya no podemos volver atrás, y dos, tendremos que escribir juntos nuevas definiciones de lo que vamos a entender por ser una mujer, un hombre, un comunicador, un líder, una lideresa. Ya no tiene sentido mirar atrás, como hizo la mujer de Lot en la Biblia.
Lo más complejo será construir lugares de encuentro realmente funcionales, parques a donde podamos acudir en situación de igualdad, supongo. Construir nuevas legitimidades, sin imponer prejuicios, venganzas, resentimientos. Sin imponer. Sin agendas personales. Confiar. Repetir, con Sócrates: “Sólo sé que no sé nada”, y darle nuevos usos a herramientas antiguas como la mayéutica, el diálogo, la escucha, la verdad en común. Porque tendremos que seguir tomando decisiones.
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